Santa María Magdalena, auténtica evangelizadora, Monseñor Ulloa.

Santa María Magdalena, auténtica evangelizadora, Monseñor Ulloa.

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Hoy en la festividad de Santa María Magdalena, el Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, destacó el papel de esta discípula, ejemplo para toda mujer de la Iglesia y auténtica evangelizadora, que el Señor escogió para ser testigo de su resurrección. 

Lamentó que una de las discípulas más fieles, desgraciadamente, muchas personas viven siempre el pasado, y están más interesadas en lo que ella fue y no en lo que ella es y cómo se convirtió por la gracia de Dios.

“No se puede decir que María Magdalena fue adultera, prostituta, mujer de la vida o cualquier expresión de éstas”, señaló con pesar, pues la Sagrada escritura no habla eso de ella, se habla que Jesús expulsó de ella siete espíritus malignos, que después de su encuentro con el Señor, no fue más la misma, fue transformada y convertida al verdadero amor.

Fue claro al señalar que lo que necesitamos aprender con María Magdalena a convertirnos, verdaderamente, en discípulos de Jesús, para que sea profunda como la de ella. “La conversión de María fue profunda, porque ella se convirtió para el reino de Dios, para los sentimientos evangélicos y para Jesús Maestro, Señor y Salvador”, explicó. 

Agregó que, por encima de todo, ella se convirtió en la discípula, la seguidora de Jesús hasta la muerte, y no solo aquella que vio el Resucitado, sino que proclamó que Él estaba vivo y en nuestro medio.

Reiteró, que lo que necesitamos aprender de esta mujer, es convertirnos verdaderamente en discípulos de Jesús, de tal manera que nuestro encuentro con Él sea transformado y nos lleve a convertirnos apasionados por el Evangelio y por la vida del Reino.

En su homilía, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, recordó los 100 años del Colegio María Inmaculada haciendo una breve reseña de esta entidad educativa que sembró la semilla de la edición integral: humana y religiosa.

“Esta semilla se ha convertido no solo en un árbol, sino en un gran árbol con abundantes frutos, de los que se ha beneficiado nuestra sociedad panameña”, tras indicar que esta institución educativa que hoy se conoce como Colegio María Inmaculada, es el producto de muchos lustros de esfuerzos orientados a ofrecer educación a niños y jóvenes.

Después de 100 años, esta comunidad religiosa sigue luchando para que la consigna pedagógica de la Madre Caridad Brader, se haga vida en nuestra labor educativa como Franciscanas de María Inmaculada: “Todo por amor a Dios y como Él lo quiere”.

 

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la Capilla del Seminario Mayor San José.

Homilía 100 años de la Fundación del Colegio María Inmaculada

Mons. José D. Ulloa M o.s.a

22 de julio2020

Seamos, cada día, discípulos del Maestro Jesús

 “María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras” (Jn 20, 18).

Celebremos, con mucha alegría, esperanza y amor en el corazón, la fiesta de santa María Magdalena, discípula de Jesús.

Podríamos decir muchas cosas sobre María Magdalena, pero, desgraciadamente, muchas personas viven siempre del pasado, y están más interesadas en lo que ella fue y no en lo que ella es y cómo se convirtió por la gracia de Dios.

No se puede decir que María Magdalena fue adultera, prostituta, mujer de la vida o cualquier expresión de éstas, porque la Sagrada escritura no habla eso de ella, se habla que Jesús expulsó de ella siete espíritus malignos. Y después que ella se encontró con el Señor, no fue más la misma, ella fue transformada y convertida al verdadero amor.

Jesús pasó a ser el amor mayor de la vida de Magdalena, por eso ella se convirtió en discípula suya. Ella siguió a Jesús, porque, si antes ella seguía los impulsos de su corazón, y era guiada por las pasiones de su alma y por toda la vida que llevaba, ante este encuentro cambió su dirección y permitió a Jesús cambiar el camino de su vida.

Lo que necesitamos aprender con María Magdalena a convertirnos, verdaderamente, en discípulos de Jesús.

La pasión de la vida de María pasó a ser Jesús. Y cuando se dé habla de pasión, las personas confunden el término y solo conocen pasiones carnales. Y esto es porque para la persona mundana todo va a ser también mundano.

La conversión de María fue profunda, porque ella se convirtió para el reino de Dios, para los sentimientos evangélicos y para Jesús Maestro, Señor y Salvador.

Por eso, por encima de todo, ella se convirtió en la discípula, la seguidora, aquella que siguió Jesús de la vida hasta la muerte, y fue la primera testigo de cristo vivo y resucitado. María fue no solo aquella que vio el Resucitado, sino que ella fue aquella que proclamo que Él estaba vivo y en nuestro medio.

Lo que necesitamos aprender de esta mujer es convertirnos verdaderamente en discípulos de Jesús. Que nuestro encuentro con Él sea transformado y nos lleve a convertirnos apasionados por el Evangelio y por la vida del Reino. Que nuestro encuentro con el Señor nos lleve a ser lo que María fue: aquella que llevó la vida en nombre del Maestro.

El buen discípulo es aquel que se convierte en apóstol. ¡María fue una excelente discípula, porque nunca más quito los ojos de Jesús, y tampoco la muerte de Él fue capaz de eso!

Por el contrario, ella cuidaba incluso del cuerpo de Él, por eso la vida de Jesús está en ella, y ella se convirtió en apóstol de la Resurrección. Por donde María Magdalena fue, ella anunció la presencia amorosa de Jesús en nuestro medio.

Necesitamos ser, cada día, más discípulos del Maestro Jesús, necesitamos ser apóstol de Él; anunciar, proclamar y testimoniar para el mundo que camina en la oscuridad de las tinieblas, del pecado y de la muerte, que Jesús está vivo.

La vida de María Magdalena fue la prueba más auténtica de aquello que Jesús realiza y transforma en la vida de la persona que en Él cree y lleva la vida en Su nombre.

Que las personas puedan mirar para nuestra vida y decir: “Jesús en él, en ella vive, entonces Él está vivo”.

No basta proclamar la Resurrección de Jesús, es necesario dejar que la Resurrección ocurra en nuestra propia vida y la ilumine, para no vivir en las tinieblas, en la oscuridad, en el error y tampoco en el pecado.

 

Que María Magdalena nos enseñe el camino del discipulado y del apostolado del Maestro Jesús.

100 años del Colegio María Inmaculada

Desde esta perspectiva celebramos también hoy los 100 años, cuando con pasión se sembró la semilla del Colegio María Inmaculada y después de un arduo esfuerzo y trabajo, por parte de todos los que integran esta comunidad educativa, esta semilla se ha convertido no solo en un árbol, sino en uno grande con abundantes frutos, de los que se ha beneficiado nuestra sociedad panameña.

La institución educativa que hoy se conoce como Colegio María Inmaculada es el producto de muchos lustros de esfuerzos orientados a ofrecer educación a niños y jóvenes.

La Madre Caridad, hoy Beata Caridad Brader durante uno de sus viajes tuvo oportunidad de pasar por la Ciudad de Panamá y naturalmente su estadía en ese puerto no le resultaba fácil, ya que debía buscar hospedaje y los gastos no eran pocos. Aunque su paso por la Ciudad había sido relativamente rápido, no se escapó a su clara inteligencia, a su espíritu misionero y a su visión de futuro la necesidad imperiosa de evangelizar un pueblo, que con la apertura del Canal Interoceánico se abría al comercio mundial y se perfilaba ya como una ciudad internacional, donde el dinero, el comercio y la condición propia de un puerto en un lugar tan estratégico, contribuía a que la juventud buscara más el progreso y bienestar material, antes que su formación espiritual, ética y religiosa.

Y así, el 28 de marzo de 1920 salieron a esta aventura desde Túquerres-Colombia, con la bendición de Dios y de la Madre General, Hna. Rufina Frei, las hermanas destinadas a la nueva fundación.

El 18 de abril de 1920 arribaron al puerto de Panamá; el entusiasmo era grande entre las viajeras, desembarcaron en la nueva Patria que el Señor les tenía preparada y donde Él les esperaba con su cruz y su gloria.

La Madre Caridad entusiasmaba a sus Hermanas y les hablaba de la necesidad de dar a la juventud panameña una auténtica formación religiosa y académica, y mostrarles así caminos diversos para alcanzar la felicidad y el progreso que por el momento lo encontraban en el aspecto material y la diversión de una ciudad que empieza a brindarle todas las comodidades y la facilidad de una vida de placer y un futuro de prosperidad material.

Después de diversas gestiones, les asignaron a las Hermanas, las viejas ruinas de Santo Domingo, que externamente eran un atractivo para los turistas, pero su interior estaba lleno de basura y de otros elementos que no eran los propios para un digno alojamiento de las Religiosas y menos aún para establecer un Colegio como lo soñaba la Madre Caridad.

Y así se estableció por la Fundadora de la Congregación, Beata Caridad Brader Zanher, con el propósito de educar y potenciar los talentos y virtudes de jóvenes estudiantes en Panamá, bajo una óptica de auténticos valores cristianos. La humilde cuna de este plantel, al igual que la que acogió al niño Jesús en su nacimiento, acogió a sólo 20 estudiantes en las ruinas del Antiguo Convento de Santo Domingo y fue bautizado con el nombre de Colegio Comercial de María Inmaculada.

En 1921 y con el apoyo de los Padres Agustinos, el colegio se traslada a un nuevo local contiguo a la Iglesia de San José (actual Corregimiento de San Felipe).

Pioneras de este apostolado educativo, lo fueron, además de la Madre Caridad, las Hermanas: María Aquilina, María Luisa, María Adelina, María Francisca, quienes, gracias a sus afanes, durante los siguientes dos años, vieron acrecentarse la matrícula del plantel en 200 niñas.

En 1925 se logra la primera graduación, sobresaliendo las siguientes alumnas: Armira Molino, Rebeca Peregrino y Victoria Eugenia Lasso.

Debido a que la demanda de matrícula y la falta de espacio así lo exigía, el 1 de abril de 1937, el Colegio empieza a operar en las instalaciones ubicadas en Ave. Justo Arosemena, gracias a la colaboración de Monseñor Juan José Maiztegui y con el nombre de Colegio Internacional de María Inmaculada, ya que acogía a señoritas hebreas, griegas, estadounidenses y colombianas, entre otras, mientras que el Colegio Comercial siguió funcionando en el Casco Antiguo de la ciudad.

Durante el año 1967 se le concede a la Directora del Colegio, Madre Georgina, la aprobación para adquirir el terreno sobre el cual se construiría el nuevo edificio escolar en La Alameda. En agosto de 1973, la Madre General María Kostka aprueba su construcción y los trabajos se inician en el año 1974.

Cabe destacar que, durante aquellos primeros años de la década del setenta, los colegios católicos del país pusieron en marcha un plan general de democratización de la educación en sus respectivas aulas, respondiendo a una misión evangelizadora más amplia, en beneficio de nuestro país. Sumado a este movimiento de apertura educativa y, con el deseo profundo por retornar a su colegio único, las Hermanas Franciscanas toman la decisión en 1975 de suprimir los nombres Internacional y Comercial, dando así inicio al proceso de reunificación de ambas instituciones.

Los edificios, actualmente ubicados en La Alameda, se inauguraron el 5 de mayo de 1975, atendiendo en ese momento a la sección Secundaria del Colegio Internacional y luego, a inicios de los años ochenta, a la sección Primaria y al Colegio Comercial, quedando de esta forma nuevamente unidos, ahora bajo el nombre de Colegio María Inmaculada. En el año 2003 se realiza la primera graduación con la participación de varones, habiendo iniciado esta experiencia tres años atrás.

Desde hace 100 años, las hermanas Franciscanas han trabajado día a día para adaptar el lugar y poder allí levantar la obra educativa.

Como no reconocer hoy a la Señorita María Arias, que generosamente, fue quien puso a disposición sus recursos económicos para que las Religiosas pudieran continuar con la obra.

María Arias considerada, con razón, la primera benefactora de las Franciscanas unos años después ingresó al Monasterio de la Visitación en la Ciudad de Panamá.

Y al Arzobispo de Panamá, Monseñor Guillermo Rojas, también clave en los comienzos de la acción apostólica de la comunidad de religiosas.

Cabe destacar que, durante aquellos primeros años de la década del setenta, los colegios católicos del país pusieron en marcha un plan general de democratización de la educación en sus respectivas aulas, respondiendo a una misión evangelizadora más amplia, en beneficio de nuestro país. Sumado a este movimiento de apertura educativa y, con el deseo profundo por retornar a su colegio único, las Hermanas Franciscanas toman la decisión en 1975 reunificar de ambas instituciones.

Después de cien años seguimos luchando para que la consigna pedagógica de la Madre Caridad Brader, se haga vida en nuestra labor educativa como Franciscanas de María Inmaculada: “Todo por amor a Dios y como Él lo quiere”.

Este colegio tiene no solo una larga e ininterrumpida historia, una de las más amplia y permanente de todas las instituciones educativas de Panamá, sino también una historia muy luminosa, queriendo forjar en medio de las vicisitudes siempre, hombres de bien y de futuro.

Por todo esto, nos unimos hoy en una gozosa acción de gracias a Dios por tantísimas pruebas de amor que Dios mismo ha tenido con cuantos han formado el Colegio, a lo largo de esta historia.

Queridos alumnos y exalumnos, este aniversario nos recuerda que en la vida hay momentos señalados en la historia de cada uno, momentos que le imprimen a la vida un renovado sentido, momentos que cierran una etapa y lanzan hacia un nuevo y esperanzador futuro.

Hoy es el día para recordar varios momentos de nuestra vida y descubrir en cada uno de ellos la presencia de Dios, que se manifiesta no en lo abstracto, sino en las cosas cotidianas y concretas de nuestra vida, por medio de nuestros padres, maestros y amigos.

Al celebrar este día, quiero invitarlos a que nos unamos en una especial oración de gratitud a Dios nuestro Señor, por tantos egresados de este colegio que han comprendido una gran verdad que nos propone San Jerónimo que nos dice: “No es coronado el atleta que no suda”.

Durante 100 años han pasado por estas aulas muchas estudiantes, que hoy son hombre y mujeres de bien, porque han sudado año tras años- su camiseta- aunque algunas, especialmente cuando eran solo niñas, hacían sus travesuras.

Hoy no nos olvidemos este Colegio, como en todas las instituciones educativas, quiere responder a ese deseo que tienen los padres cuando traen a la vida a sus hijos: procurar que sean hombres y mujeres de bien.  Qué triste es que hoy día no se quiera valorar el aporte que la educación católica ha realizado en el país.

Hoy se hace verdad cómo la Iglesia, en cuanto comunidad de fe, se hace presente en la enseñanza para suscitar personas con conciencia recta y libertad personal, personas que saben que estas actitudes se alcanzan al dar la vida por los demás; con una capacidad de protagonismo en la historia concreta y de responsabilidad personal a la hora de marcar caminos en la historia, direcciones que defiendan a la persona como valor absoluto, de tal manera que todo lo que existe se ponga al servicio de la persona.

Precisamente aquí, en esta institución educativa y durante 100 años, se ha regalado un proyecto de persona y de existencia en el que la fe no solamente no ha sido indiferente, sino que ha resultado fundamento esencial del proyecto mismo.

La Palabra de Dios que acabamos de proclamar nos ayuda a descubrir el significado profundo de esta celebración y de esta acción de gracias por todas las personas, religiosas, profesores laicos, alumnos, padres de alumnos y demás personas, que, en este Colegio, desde hace 100 años, vivieron un proyecto de educación cristiana.

Nuestro Señor, a través de la Iglesia que es su Cuerpo, quiere manifestar su amor a los hombres, tal como nos lo dice el Apóstol San Juan: que el amor es de Dios. Y el amor se ha manifestado en que Dios ha enviado al mundo a su Hijo para que vivamos por medio de Él.

En este aniversario sigamos juntos reflexionado sobre la importancia de la educación católica y cómo ésta: abarca las distintas etapas de la vida de las personas y que tiene como finalidad alcanzar su desarrollo moral, intelectual, artístico, espiritual y físico mediante la transmisión y el cultivo de valores, conocimientos y destrezas, enmarcados en nuestra identidad nacional, capacitándolas para convivir y participar en forma responsable y activa en la comunidad».

El compromiso de este Colegio, con la Sociedad Panameña, ha sido la de ofrecer y promover un servicio educacional de calidad a los alumnos.

Dentro de unos momentos, el Señor se hará presente entre nosotros en el Misterio de la Eucaristía. A Él le pedimos que nos haga sentir de tal manera su cercanía, que sintamos la necesidad de no tener otro fundamento para nuestra vida más que Él.

Hoy se lo pedimos al Señor, de San Francisco de Asís y por intercesión de Nuestra señora de la Antigua, nuestra Madre, siga bendiciendo a la comunidad educativa, especialmente a las hermanas y exalumnas y exalumnos.

 PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ