In Memoriam del hermano, amigo, sacerdote y obispo: Uriah Ashley

In Memoriam del hermano, amigo, sacerdote y obispo: Uriah Ashley

Mons. Uriah Ashley, un hombre sencillo, de origen humilde salió de su natal Provincia de Bocas del Toro para recorrer el mundo sin saber que, los designios divinos, estaba ya destinado a ser pescador de hombres.

Teófilo Rodríguez

“Bocas Man”… solíamos llamarlo en el seminario.  Un hombre sencillo, de origen humilde, que salió de su natal Provincia de Bocas del Toro para convertirse en marinero.  Así quería recorrer el mundo sin saber que, desde la eternidad, en los designios divinos, estaba ya destinado a ser pescador de hombres.

Devotísimo de la Madre de Jesús, siempre llevaba sobre su pecho la Medalla Milagrosa. Me resulta, por cierto, admirable, constatar que el Señor lo ha llamado a su presencia en vísperas de la Fiesta de esta advocación tan querida, y ver que en Urías se han cumplido las promesas de la Virgen a Santa Catalina Labouré para los que portarán la medalla: “las personas que la lleven en el cuello recibirán grandes gracias: las gracias serán abundantes para las personas que la llevaren con confianza».

Devotísimo de la Madre de Jesús, siempre llevaba sobre su pecho la Medalla Milagrosa.

Hoy todavía conservo en mis recuerdos, los muchos momentos vividos junto a él, en las clases del Seminario Mayor, que en aquel entonces quedaba en calle 48, Bella Vista. En los espacios deportivos a veces perdía la cordura y refunfuñaba cuando las jugadas no salían como esperaba.  Allí, en su etapa formativa, se fue forjando su corazón de pastor al servicio generoso de la Iglesia.

Los primeros años de labor ministerial se distinguió por su amor a los pobres y disposición para cualquier servicio pastoral.  También le marcaron sus experiencias en encuentros carismáticos en La Ceja, Colombia y su contribución a la formación de la Pastoral Afro en Panamá. 

SEMINARIO. Momentos vividos junto a él.

Siendo obispo nos acompañó en algunos retiros de hombres, tanto en Colón como en Miami, donde contribuyó a la transformación de más de cien varones, a quienes impactó con su manera de ser y la sencillez con la que solía comunicar el Evangelio.

Como todo ser humano, tenía sus defectos y miserias, propias de nuestra naturaleza; pero si algo le distinguía, era asimismo la capacidad y humildad de reconocer sus errores y confesarlos.  No tengo duda de que se unirá a la asamblea de los bienaventurados, que gozan de la visión beatífica de nuestro Dios.

Que nuestras oraciones le acompañen para que ese encuentro se dé lo más pronto posible.  Señor, dale el descanso eterno a nuestro hermano Urías y brille para él la luz perpetua.  Que por la misericordia de Dios descanse en paz.