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La “burriquita”: tradición de fe que perdura en el tiempo

La “burriquita”: tradición de fe que perdura en el tiempo

 Adornando el caballito, la muchachada aprendía de liturgia desde la sencillez que proviene de Jesús. El caballito siempre ha sido manso, como si supiera cuál es su sagrada misión.

 

Por Elizabeth Muñoz de Lao

El Domingo de Ramos representa esa puerta de entrada a la Semana Santa, cuando Jesús entró triunfante a Jerusalén y fue recibido por una multitud que agitaba las palmas para acogerlo en esa ciudad.

Transcurrían así los últimos días de su vida como hombre, el que protagonizó el mayor acto de obediencia al Padre del que los cristianos tengamos conciencia. Jesús daría su vida por la humanidad, aunque con ese sacrificio pasaría por la humillación y el derramamiento de su sangre.

En todo el mundo católico se celebra el Domingo de Ramos, y como muestra de esa manifestación de religiosidad popular y fe, en muchos lugares se realiza la procesión de “la burriquita”, en la que el pueblo, agitando las palmas, acompaña a Jesús subido en un burrito o en un caballito.

El caballo decorado con estrellas y media lunas.

Esto es lo que sucede en la diócesis de Penonomé desde hace más de 100 años. Allá, en el barrio de San Antonio de Penonomé, comenzó la tradición en la casa de las hermanas Juana y Tomasa George Navas, donde se arreglaba un caballito que vestían en la sala, siempre llena de niños. Ellos disfrutaban de esta tarea y era una fiesta para los que lo arreglaban.

La muchachada cortaba estrellas y medialunas doradas y plateadas y las pegaban con engrudo al caballito. Luego llegaba la familia Fernández y le colocaba un rabo de papel de crespón. También un manto y la silla, y se adornaban sus patas. Allí, sobre el lomo del animal, estaría Jesús, el Rey.

Hoy día se mantiene esta tradición, explicó Marinelda Varela, en cuya casa se arregla ahora el caballito, tarea heredada de su madre Évida Quirós de Varela y de su tía Dívida, aunque aclaró que la herencia viene de su abuela de apellido George Navas.

“En mi niñez, llegaba el señor Victorino Collado y arreglaban el caballito en la sala. La muchachada aprendía de la liturgia y se divertía porque el caballito hacía sus necesidades en plena sala cuando lo estaban adornando. Entre más uno aprende de Jesús y uno aprende de su sencillez, se hace más sencillo hacer esta tarea, que es una responsabilidad familiar”, destacó Marinelda.

Por muchos años, esa procesión se hizo el Domingo de Ramos en la tarde. Cuando Monseñor Uríah Ashley fungió como obispo de esta diócesis, pidió a la familia que se hiciera en la mañana del domingo, para que concordara con la liturgia y la celebración de la eucaristía. Al hacerlo en la tarde, se alejaba de la liturgia y se hacía un poco folklórico.

Hoy se hace como lo pidió el obispo, expresó.

 

La tradición es que engalanan el caballito, lo llevan a la casa cural donde lo recibe el sacerdote, y de allí preside la caminata hacia la capilla de San Antonio.

 

En el barrio se coloca una pared y una puerta por donde entra Jesús en la burriquita al compás de la música de una banda, después de salir de la capilla para ir en procesión por el pueblo. Antes, se le llamaba la puerta de tierra; ahora es una estructura de madera sólida, cuya elaboración está a cargo de la familia Tejeira. Los niños tocan pitos, que antaño se hacían con las pencas de las palmas.

 

 

Diversas familias de Penonomé se han encargado, de generación en generación, de custodiar la imagen de Jesús.

 

Quitrín, “la burriquita”

En Penonomé, la tradición se empezó hace más de 100 años con un caballito llamado Quitrín, que murió en 1925 y que facilitaba don Pascual Quirós, quien lo bautizó con ese nombre para servir a Jesús.

Era pequeño y manso, lo que se ajustaba a lo que dice la Iglesia en relación con el burrito que utilizó Jesús para entrar a Jerusalén. Tenía el pelaje blanco y los ojos celestes.

Él solo servía a Jesús y vivía en el potrero esperando el próximo Domingo de Ramos. Nunca se molestó por el ruido de los pitos durante la procesión, como si supiera cuál era su misión.

Cuando murió, fue reemplazado por otros caballitos a los que también nombraron Quitrín y que han facilitado los familiares de quienes ayudan a mantener viva esta tradición religiosa, como los Collado, Pinzón, Jaén y Quirós.

 

A la imagen se le amplió la cadera para evitar que termine con una pieza zafada, como ha pasado ya.

La imagen de Jesús

A Penonomé, la imagen de Jesús llegó a finales del Siglo XIX. No era como se ve ahora, sino como las imágenes antiguas, que usaban cabello natural.

Tenía la mirada penetrante, tanto, que los niños le temían. En el primer cuarto del Siglo XX, fue restaurada, se le corrigió la mirada y se le puso una más tierna. También se le arregló la cabeza para no ponerle cabello humano.

Desde que llegó a Panamá, la imagen está bajo el cuidado de la familia Conte, informó Delia Conte.

El Viernes de Dolores sale en procesión hasta la capilla de San Antonio a donde llega Jesús, luego la Dolorosa, y se colocan uno frente al otro, mientras el sacerdote da una homilía.

Después, Jesús queda en la capilla y la Dolorosa sale hacia la Catedral. Posteriormente, Jesús es cambiado de vestido y sentado en una silla, para que el pueblo lo vaya a adorar el sábado. De esto se encarga el Comité de Moradores de San Antonio, que también celebra una feria.

El Domingo de Ramos, Jesús es montado en “La Burriquita” para pasar por la “puerta de tierra” y recorrer el pueblo.

La familia Conte guarda la imagen en un lugar especial para evitar su deterioro.

 

Escenarios 

El padre Rufino Morán, vicario parroquial de la parroquia San Juan Bautista de Penonomé, destacó que la provincia de Coclé se caracteriza por ser un pueblo de muchas tradiciones, y una de ellas, en el aspecto religioso, es  la celebración del Domingo de Ramos en Penonomé, como en muchos otros pueblos de esta diócesis.

Hay familias del pintoresco barrio de San Antonio, que por muchos años se han preparado para que de ese lugar salga la procesión con Jesús Triunfante en un caballo y recorra las calles del pueblo hacia la Catedral.

Los feligreses de lugares cercanos, como del campo, se acercan a la bendición de las palmas, símbolos de su entrada triunfal a Jerusalén.

En Penonomé como en  Aguadulce, agregó el sacerdote, tienen la oportunidad  de  que la celebración sea presidida por el obispo, monseñor Edgardo Cedeño, cada año.  Esta festividad tiene un fuerte componente comunitario en que las familias se reúnen para compartir esta experiencia espiritual, y  se destacan los coloridos ramos en las calles.