Mantengamos una actitud de entrega total a Dios.
¿Cuál es la normalidad que queremos? La pandemia del coronavirus nos obliga a todos a pensar: ¿qué es lo que cuenta verdaderamente, la vida o los bienes materiales? ¿Podemos continuar con nuestro estilo de vida consumista, acumulando riqueza ilimitada en pocas manos a costa de millones de pobres y miserables? ¿Podemos seguir explotando, sin ninguna otra consideración, los bienes y servicios naturales para vivir cada vez mejor o podemos cuidar la naturaleza, la vitalidad de la Madre Tierra y el vivir bien, que es la armonía entre todos y con los seres de la naturaleza? Son preguntas de reflexión que nos hace el teólogo brasileño Leonardo Boff, para esta Semana Santa.
Una cosa, sin embargo, atribuida a Einstein, es cierta: “la visión de mundo que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis”, prosigue Boff. Tenemos forzosamente que cambiar. Lo peor sería que todo volviese a ser como antes, con la misma lógica consumista y especulativa, tal vez con más furia aún. Ahí sí, por no haber aprendido nada, la Tierra podría enviarnos otro virus que tal vez pudiera poner fin al desastrado proyecto humano.
¿Ha servido para algo que los países amantes de la guerra acumulasen cada vez más armas de destrucción masiva, y ahora tienen que ponerse de rodillas ante un virus invisible, evidenciando lo ineficaz que es todo ese aparato de muerte?
Por su parte, la periodista Naomi Klein, autora de la “doctrina del shock”, plantea que en situaciones de crisis como desastres o pandemias, la ciudadanía puede perder mucho: las élites aprovechan esos momentos para aprobar reformas impopulares que agravan las divisiones económicas y sociales, quien habla sobre cómo las elites están utilizando la crisis del coronavirus como excusa para avanzar en su excluyente hoja de ruta.
¿Qué es lo normal?
Se habla continuamente de la vuelta a la normalidad. «Lo normal es mortal. La ‘normalidad’ es una inmensa crisis. El sistema capitalista “siempre ha estado dispuesto a sacrificar la vida a gran escala en aras de la ganancia”, (Klein). Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida”.
¿Quiénes gestionan la crisis?
La gestión de esta crisis sociosanitaria ante el corona virus en EEUU , la lleva el vicepresidente Mike Pence, al que Klein considera artífice del saqueo de Nueva Orleans tras Katrina. Y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, encargado del plan de rescate para hacer frente a la pandemia, estuvo entre quienes más se enriquecieron durante la crisis de 2008.
Pero…cuál es nuestra auténtica naturaleza?
Podemos mirar la guerra que el coronavirus está produciendo en todo el planeta, bajo un ángulo positivo. El virus nos hace descubrir cuál es nuestra más profunda y auténtica naturaleza humana. Ella es ambigua, puede sacar a flote lo peor o lo mejor de nosotros mismos.
Somos seres de relación y de cuidado mutuo
En primer lugar, somos seres de relación. Somos, dice Boff, “un nudo de relaciones totales en todas las direcciones. Nadie es una isla. Tendemos puentes hacia todos los lados.” La comprensión africana “Ubuntu” lo expresa bien la dependencia mutua: “yo soy yo a través de ti”. Tenemos que cuidar de todo: de nosotros mismos, de los otros, que pueden salvarme o salvarles yo a ellos.
Somos seres espirituales

Descubrimos la fuerza del mundo espiritual que constituye nuestro profundo ser, donde se elaboran los grandes sueños, se hacen las preguntas últimas sobre el significado de nuestra vida y donde sentimos que debe existir una fuerza superior, amorosa y poderosa que impregna todo, sostiene el cielo estrellado y nuestra propia vida, sobre la cual no tenemos todo el control. Tenemos que cuidar de la naturaleza, si no, se vuelve contra nosotros con virus dañinos, con sequías desastrosas, con inundaciones devastadoras, con eventos climáticos extremos. Somos seres con espiritualidad.
El Resucitado está entre nosotros
La fuerza resucitadora de Cristo nos permite construir otro tipo de mundo, centrado en la vida, en el cual la economía, con otra lógica, sustente una sociedad globalmente integrada, fortalecida más por alianzas afectivas que por pactos jurídicos. Será la sociedad del cuidado, de la solidaridad y de la alegría de vivir. Identificándonos con el Resucitado, nos sentiremos más fuertes, más amorosos, más humanos, ya que a pesar de todas las contradicciones, Él nos garantiza un buen final para todo el universo, para nuestra historia y para cada uno de nosotros.
Muerte es un nuevo nacimiento

Jesús vencedor de la muerte eterna, nos da el coraje de mantener una actitud de entrega total a Dios, sabiendo que siempre estamos en la palma de su mano y que Él transforma con su amor todo lo que sucede. La muerte es como un nacimiento y nadie ha visto su propio nacimiento. En la muerte, sin darnos cuenta, caeremos en los brazos de Dios Padre y Madre de infinita bondad y misericordia. Son reconfortantes las palabras San Juan (1,3,20): “Si tu corazón te acusa, debes saber que Dios es más grande que tu corazón”. Entonces, parte en paz bajo el manto de la infinita misericordia divina”.