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Bernardo Van Quathem: el camino pastoral de un fiel servidor de Cristo

Bernardo Van Quathem: el camino pastoral de un fiel servidor de Cristo

En marzo presentará su libro “Nuevos Caminos para la Acción Pastoral”, en la Universidad Santa María La Antigua y, paralelamente, expondrá sus pinturas que transmiten el evangelio.

 

Por Elizabeth Muñoz de Lao

Bernardo Van Quathem es uno de esos sacerdotes que dejan huellas por donde caminan, sin el ruido de fuegos artificiales ni fanfarrias. Él ha sido, a sus 82 años, un misionero de Cristo, que vive como Él, que enseña y guía.

Ya retirado de la labor pastoral activa, aunque sigue apoyándola, su vida como sacerdote diocesano la ha enmarcado en dos dimensiones: la cercanía con los estudiantes, a quienes enseñó y dejó una huella, pero también ellos dejaron la suya en él.

En cuanto a esta cercanía, confiesa que él no venía muy preparado para Panamá desde su natal Bélgica, no conocía el ambiente ni el idioma, pero estaba claro en que quería establecer una relación de cercanía con el pueblo de Dios.

“La verdad es que yo siempre he practicado el método de puertas abiertas, porque uno tiene que estar presente en la parroquia, porque a cualquier hora la gente se acerca. Hay que estar presente de una manera abierta y cercana”, manifestó el sacerdote en su hogar de la Iglesia del Carmen de Juan Díaz.

 

“Yo nunca he tenido las puertas de mi casa cerrada”, enfatizó. No cree en los horarios fijos para confesiones o consultas. “Que la gente venga cuando quiera, esto ayuda a crear un ambiente favorable para que se establezca una relación de confianza con la Iglesia”, argumentó.

 

La segunda dimensión ha sido la formación y enseñanza. Gracias al don que Dios le regaló de escribir, ha redactado libros y manuales, así como material audiovisual que han servido para la formación de agentes de pastoral en la Arquidiócesis de Panamá.

Esta dimensión se amplió a través de la organización de la catequesis familiar, que está en varias diócesis, y que él trajo de Perú, pero que se originó en Chile.

 

Catequesis familiar

Recuerda que en Chile comenzó con madres catequistas y en Perú sumó a padres y madres, como catequesis familiar.

“Yo conocí la experiencia en Perú y me gustó muchísimo, era muy popular, con la gente del pueblo; yo veía cómo eso los animaba, y ofrecía una oportunidad magnífica para formar a parejas guías catequistas, lo que daba una formación más prolongada a mucha gente”, informó el padre.

En Mañanitas, llegó a tener a más de 300 familias en catequesis, que recibieron una formación de dos años, con 25 encuentros cada año. “¿Qué catequesis tradicional logra eso?”, se pregunta.

Muchas de esas familias se entregaron al trabajo pastoral, y hubo parejas que se casaron por la Iglesia.

Uno de los tantos encuentros de los agentes de Catequesis Familiar.

“Estamos tratando de reestructurar la catequesis familiar. Los primeros catequistas de sus hijos son los padres, que es lo que debemos salvar y no podemos perder”, destacó.

Lo cierto es que hay problemas con el clérigo que va disminuyendo en número, pero como la sinodalidad ofrece la oportunidad de integrar a más laicos, se propondrá a la Conferencia Episcopal, que el coordinador nacional sea una pareja laica con años de estar en catequesis familiar y que tiene la disponibilidad.

De esta manera, se traslada un poco la responsabilidad a los laicos, y en las parroquias, la coordinación la asumiría un laico o una pareja, a los que se les daría formación especial.

Todo esto tiene que ver con la cercanía, porque si se da seguimiento, acompañamiento a los grupos de catequesis, papás y niños, automáticamente se establece una relación, un puente hacia la gente alejada de la Iglesia.

A los padres no se les pide gran cosa, es cuestión de 15 a 20 minutos semanales para que se sienten con sus hijos, con la ficha que se les da para contestar las preguntas, en familia.

Más importante que los contenidos, es el hecho de que los padres se sienten con sus hijos para hablar de Dios. Así, esa relación padre-hijo mejora alrededor de esta práctica, dijo el padre Van Quatem.

 

El padre Bernardo Van Quathem, nacido en Bélgica, recibió el doctorado Honoris Causa en Humanidades y Teología por parte de la USMA.

 

Centro San Felipe

Los estudiantes del CUSF elegían a sus representantes.

El sacerdote siempre fue cercano a la juventud. Creó y dirigió el antiguo Centro Universitario San Felipe (CUSF), una residencia para estudiantes del interior del país, de escasos recursos económicos.

Todo comenzó como una obra de Dios, pues el padre había pedido permiso para crear un centro juvenil para jóvenes del barrio en el convento de San Felipe, al lado de donde está la Iglesia San Felipe Neri.

Estando en eso, le llegaron dos estudiantes universitarios de Aguadulce que no tenían dónde vivir en la capital ni dinero suficiente para pagar alquiler. Les permitió quedarse allí, pero cuando se dio cuenta, ya había 15 en la misma situación. Monseñor Marcos Gregorio MacGrath, entonces arzobispo de Panamá, no se había enterado aún. Al hacerlo, apoyó un centro para varones; ya eran 65, y se le compró a los Jesuítas el antiguo colegio Javier, detrás de la iglesia San Francisco de Asís.

Pero faltaban las damas, y se habilitó el CUSF en el convento de San Felipe.

Sin embargo, era muy caro sostener ambas residencias, por lo que las estudiantes se trasladaron a la segunda planta del antiguo colegio Javier y los varones habitaron la primera planta.

Con los años, declararon que el inmueble no era habitable y se cerró el centro. Ahora está ocupado por una entidad estatal.

 

 

La mañana, el atardecer y la noche, tres momentos del día para acercarse a Jesús.

 

Amor por la pintura

Hoy habita junto a sus cuadros, pues la pintura ha sido su compañera en estos años. “Mi intento es que, a través de la iconografía y de la pintura, se pueda transmitir el evangelio, pero haciendo conexión con la gente”, explicó.

Pinta en acrílico. “Yo, de repente, me encontré con mucho tiempo libre y me puse a pintar”, expresó.

 

Una Labor de cercanía

Bernardo Van Quathem estudió en el Seminario Diocesano de Brujas y luego en la Universidad Católica de Lovaina.

Nació en Bélgica, en un pueblo del norte de Europa, de gente trabajadora y también oprimida. Su familia era católica y él, como buen estudiante, pudo ser arquitecto o estudiar idiomas. Pero lo llamó el Señor al sacerdocio cuando fue a un retiro de los jesuitas, aunque él se hizo diocesano.

Llegó a Panamá en 1970, prestado por su diócesis en Bélgica por tres años, que se prolongaron hasta hoy.

Su labor parroquial la ha desempeñado en Santa Librada, Cerro Batea, Las Mañanitas y Las Acacias.