Estado confesional es aquel que tiene una religión oficial. Estado laico es el que, como la República de Panamá, no tiene ninguna religión oficial, pero acepta el hecho religioso, su presencia en la sociedad y la libertad religiosa de los ciudadanos. Estado laicista en cambio es el que no acepta el hecho religioso y es prácticamente antirreligioso; relega la religión al ámbito puramente personal y privado, llegando incluso a discriminar o perseguir a los creyentes.
Suele decirse, afortunadamente cada vez menos, que “la Iglesia (católica) no debe meterse en política”…Una frase que par-te de una doble confusión, por no decir de una doble ignorancia. Si se toma al pie de la letra, significaría que cerca del 80% de los panameños no debe votar el 5 de mayo, porque obviamente eso es meterse en política y ellos, todos los bautizados, son la Iglesia…. Y si se especifica que es la jerarquía de la Iglesia la que no debe meterse en política, entonces querría decir que los obispos y sacerdotes no deben preocuparse de si hay o no corrupción o democracia, ni de los derechos humanos, ni de si el sistema económico es contrario a la justicia social y una burla para los pobres y marginados, ni de la paz social, la educación, la familia y el bien común…Porque todo eso es esencialmente la política, no simplemente la política “partidista”, ante la cual la jerarquía sí debe mantenerse neutral. Lo entendían muy mal sus críticos, y lo entendía muy bien el gran obispo brasileiro Hélder Cámara, cuando comentaba: “Si doy pan a los pobres dicen que soy un santo, pero si pregunto por qué no tienen pan me dicen que soy comunista”.
Tras estas aclaraciones, entro a analizar el tema enunciado. No es frecuente que los candidatos en sus programas y debates se refieran a la religión. Pero siempre me llamó la atención un hecho repetido en todas las campañas. Hoy un candidato, o varios candidatos, o todos los candidatos, aparecen en una liturgia católica, incluso recibiendo los sacramentos. Poco después, el mismo o los mismos candi-datos aparecen recibiendo bendiciones o unciones de un pastor evangélico. Y al poco tiempo, pidiendo invocaciones o soplos divinos en un rito de otra denominación cristiana.
Me parece perfecto que los políticos respeten tanto a los creyentes como a los no creyentes. Es muy positivo que mantengan buenas relaciones no sólo con todas las confesiones cristianas, sino también con todas las religiones. Pero el hecho que comento da qué pensar. ¿Cuál es la convicción religiosa de los candidatos? ¿Son coherentes con ella? ¿Participan sinceramente en una actividad religiosa o la utilizan para conseguir votos?
Porque si actúan así en un aspecto suyo, que es muy serio y comprometedor, ¿no harán lo mismo en todo lo demás? Cuando vemos a un candidato acercarse a los niños, los ancianos, los marginados o los indígenas, ¿será que realmente le importan y les va a ayudar, o sólo busca una foto un voto? Pensémoslo.