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Catequesis para las misiones

Catequesis para las misiones

Hoy celebramos una fiesta fundamental que reafirma la razón de ser de la Iglesia, para lo cual fue fundada, pues “…la iglesia es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre.…” (AG, 2). Nuestra fe, pues, tiene como fundamento un Cristo vivo y resucitado, que nos da vida y quiere que la comuniquemos en abundancia, a todos los

pueblos.

¿Qué necesitamos para llevar a cabo nuestra misión fundamental como cristianos? Ante todo, como catequistas, hemos de vivir el kerigma con una fuerza renovadora en el proceso catequístico. Requerimos

anunciar el kerigma mediante el testimonio de vida, irradiando el Evangelio para contagiar y atraer a otros, provocando así la adhesión a Jesucristo. La catequesis misionera lleva al encuentro con la persona de Jesús en la comunidad, saliendo al encuentro de cada persona, escuchando, contemplando su realidad, acercando a Jesús para que sea Él quien transforme la vida de las personas. Es una catequesis de opción y no de imposición, diversificada y no homogénea, pues debe responder y atender a las diversas edades, culturas y situaciones.

¿Pero dónde vamos a misionar? Luego de acoger el Evangelio en nuestra propia vida, hay que llevarlo a los ambientes de nuestra sociedad: a la vida cultural; a la vida familiar; a la política, a veces tan poco creíble o lejana del bien común; a la economía, a veces tan excluyente y violenta contra los pobres; a la vida laboral, a veces opresiva e injusta.

Hoy, muchísimas personas esperan este anuncio que transforme sus vidas. Y una catequesis misionera necesita un catequista misionero, que sepa dialogar y escuchar a sus interlocutores, que esté dispuesto a compartir sus esfuerzos y sus dones para ayudar a despertar la fe en sus hermanos.