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El catequista, paso a paso con Jesús, busca amar como Él también nos amó

El catequista, paso a paso con Jesús,  busca amar como Él también nos amó

La espiritualidad para el cristiano es vivir cada día realizando cada tarea como si fuera para Dios, aspirar cada día a ser perfectos en el Amor, atrevernos a vivir como los santos. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que Dios, en todo tiempo y en todo lugar, llama al hombre “y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiempos. En él y por él, llama a los hombres a ser, los herederos de su vida bienaventurada”  (CIC 1).

El Nuevo Diccionario de Catequética aclara que la espiritualidad cristiana va más allá, pues está referenciada a la identidad misma del cristiano. “La espiritualidad cristiana no tiene como punto de partida nuestras actitudes y nuestros comportamientos, sino el ser en Cristo.

Los seres humanos han sido creados por Dios para ser santos y para estar con Él. En la medida en que esto sea comprendido, y en la medida en que las personas se percaten de cuán efímera es su peregrinación en la tierra y de cuán pasajero es todo lo material, crecerá en ellos el deseo por llevar una vida espiritual, una vida santa, conformada a  la persona de Jesucristo.

El crecimiento de lo espiritual y de la vida santa hoy día pareciera ir en otra dirección. “En muchos lugares la catequesis de iniciación en realidad no «inicia» sino que, paradójicamente, «concluye». Con frecuencia la confirmación parece ser «el sacramento del adiós» o «el último sacramento».

No obstante, en la actualidad se observa una creciente búsqueda de espiritualidad, muchas veces influenciada por corrientes no cristianas. Esta demanda de espiritualidad requiere una respuesta clara del Catequista, que reconduzca al cristiano a lo esencial de la espiritualidad: su propia identidad como cristiano que lo haga vivir inspirado por la acción del Espíritu Santo.