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Catequizar con el fuego del Espíritu de Dios 

Catequizar con el fuego del Espíritu de Dios 

Comisión Arquidiocesana de Catequesis 

Cuando el cielo está completamente nublado, es una bendición quien sabe hablar del sol.  Algunas voces anuncian ya el fracaso de las personas para adoptar hábitos saludables y cuidar la salud de todos, como si estuviéramos solos en esta lucha humanitaria.  Los catequistas hemos sido enviados a dar testimonio de lo que aconteció a los discípulos de Jesús en Pentecostés, un fuego arde en el corazón y nos impide rendirnos ante las dificultades, más bien, insistimos en anunciar que la Gracia de Dios tiene poder para ayudarnos a actuar para el bien de todos, más allá de nuestros egoísmos. En la tradición bíblica, el fuego acompaña a la manifestación de Dios, en el fuego, Dios da su palabra viva y enérgica que se abre al futuro; el fuego expresa simbólicamente su obra de calentar, iluminar y probar los corazones, acrisolar los trabajos humanos para purificarlos y revitalizarlos. 

San Pablo nos explica que nuestra vida personal está marcada por un conflicto interior, una división, entre los impulsos que provienen de la carne y los que proceden del Espíritu. Cierto, no podemos ser al mismo tiempo egoístas y generosos, seguir la tendencia a dominar sobre los demás y experimentar la alegría del servicio desinteresado. Siempre debemos elegir cuál impulso seguir y sólo lo podemos hacer de modo auténtico con la ayuda del Espíritu Santo.  Esta es la urgencia de nuestra misión, que por la catequesis también se conozca al Espíritu Santo y sus dones para el bien de la humanidad. 

Aquel día de Pentecostés, el miedo desapareció, el corazón sintió una fuerza nueva, las lenguas se soltaron y comenzaron a hablar con franqueza, de modo que todos pudieran entender el anuncio de Jesucristo muerto y resucitado. En Pentecostés, donde había división e indiferencia, nacieron unidad y comprensión. ¿Acaso no es esto lo que necesitamos hoy?