Antes de vivir el Adviento se nos vino a la mente una corona verde con velas de colores, lazos rojos y la fuimos a comprar, al pensar en Navidad corrimos a aprovechar las ofertas para adquirir el árbol, regalos y vestidos para celebrar.
La esencia de estas fiestas se pierde en lo verdaderamente auténtico, que no es un artículo o una persona que se desecha, se elimina o se descarta.
En una familia muy pocos son los hijos que realmente valoran el esfuerzo que hacen los padres por brindarles las comodidades y un buen estilo de vida durante ese año.
Quizás nuestros abuelos quisieron que valoráramos su esfuerzo diciéndonos: “si te portas bien el niño Jesús te traerá el obsequio que tanto anhelas”.
Y esperabas ansiosamente para que te trajera un libro de colorear, unos lápices de colores o de repente unos patines con rodilleras.
Lo medular de esta gran celebración, es la espera de la venida de nuestro Salvador, en donde nos preparamos en oración familiar para que mediante el amor que hay en cada uno de nosotros y el estar unidos nos permita celebrar la vida que Dios nos dio al enviar a su único Hijo.