(Hch 9, 32-43) Pedro, de visita en Lida, cura a Eneas, paralítico desde hace ocho años. Las palabras: “Eneas, Jesucristo te cura”, dejan claro que el poder de Pedro no es de ninguna manera suyo, sino que proviene del Señor Jesús, que levanta a Eneas, igual que al pueblo paralizado y le permite andar en libertad.
La acción profética no es solo denunciar la injusticia y proclamar la justicia, sino también llevar a cabo gestos concretos que produzcan libertad; tal como lo demuestra también la resurrección de Tabita de Jope, muy cerca de Lida.
Tabita, mujer importante para la comunidad, muere, es preparada para el entierro, pero no la sepultan. Pedro, como hicieran Elìas y Eliseo, se pone en oración y al igual que Jesús, invita a la mujer a volver a la vida y la regresa viva a la comunidad. Esto tiene repercusiones dentro y fuera de la comunidad, reviste importancia para la evangelización. La comunidad es sal y levadura de la sociedad.
Pedro se quedó en Jope, en casa de Simón, curtidor de pieles, profesión que los judíos tenían como impura, por lo cual la persona era apartada de Dios y de la comunidad; prueba que el cristianismo naciente se aproximaba a los marginados y gentes simples, lo cual debe ser ejemplo para nuestras comunidades.
La comunidad se tomaba muy en serio el compartir y va produciendo gestos concretos de solidaridad, haciendo ver así que dicho sistema es posible y viable. Esto constituye una llamada a establecer un sistema económico en el que todos puedan participar de los bienes de la vida; es decir, crear las oportunidades. Pero que nadie se quede de brazos cruzados, esperando que tal sistema sea implantado.