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Cristo está escondido en los pobres

Cristo está escondido en los pobres

Hace once años llegó a Panamá el padre Salvatore Sicignano para servir en la parroquia San Francisco Javier, ubicada en la Feria en Colón, desde entonces su misión ha sido servir y ayudar a los más necesitados entregando comida a los pobres.

De su madre y abuela desarrolló el sentido de dar a los más necesitados. Su madre, quien era médico pediatra y docente universitaria, dejó su carrera a un lado para dedicar más tiempo a ayudar a los niños pobres. “Mi abuela y mi mamá oraban mucho y estaban llenas de una profunda espiritualidad”, comenta el sacerdote.

Recuerda el sacerdote, que sufría mucho porque cuando llegaba el domingo esperaba salir a pasear con su mamá. A su corta edad no entendía por qué hasta los domingo su mamá ayudaba a los niños necesitados. “Era una época de muchas carencias”, agregó.

Está convencido que el sacerdote que se limita solamente a celebrar la Eucaristía, y no busca a Jesucristo entre los pobres, está traicionando su vocación. “Yo deseaba ser misionero, conocer a Cristo sobre todo en la Palabra liberadora del Evangelio y en los que sufren, de manera particular en los más pequeños”, expresó el sacerdote.

Su vida religiosa inició en Italia cuando sintió la vocación de ser misionero escuchando y hablando con el párroco del pueblo Rodolfo Antolini, quien fue su guía espiritual de valor inestimable.  Más tarde, ya siendo sacerdote, Monseñor Enzo Dieci, en ese entonces Obispo Auxiliar de Roma y delegado para la Cooperación Misionera entre las Iglesias fue quien lo motivó a salir por el mundo.

Fue precisamente este obispo quien lo envió a misionar a una diócesis en Kenia, África, pero antes de viajar lo contactó el padre Marco Antonio Pineda Baca, compañero misionero claretiano nicaragüense, quien en ese entonces era el padre de la parroquia Virgen del Carmen en Colón, y todo cambió. En lugar de Kenia se vino a la ciudad de Colón. Monseñor Audilio

Aguilar, en ese entonces obispo de Colón y Kuna Yala dio la aprobación.

Un día el padre Sicignano se levantó muy temprano y dijo a los muchachos de la parroquia San Francisco Javier, ¿Por qué no llevan comidas a los pobres de Colón? Los jóvenes muy emocionados se prepararon para la jornada. El primer día prepararon treinta comidas, pero luego de tres horas, los muchachos regresaron con toda la comida en la mano diciendo que no habían encontrado a ningún pobre.

El padre les dijo: “no puede ser, regresen y encuentren pobres para que le den las comidas, recuerden que para llegar a los pobres, primero hay que hacerse pobre.” Los muchachos caminaron hasta que encontraron a personas necesitadas en el mercado y cerca de la parroquia El Carmen, repartieron todas las comidas y regresaron contentos, diciendo que para el próximo sábado necesitarían 50 comidas.

La enseñanza no quedó alli, el párroco les preguntó si sabían el nombre de alguna de las personas que recibieron la comida, pero los jóvenes no pudieron responder. Ante la respuesta de los jóvenes les dijo que eso no es caridad.

“Si Cristo se identifica con el pobre entonces yo tengo que escuchar al pobre tal como escucho la Palabra de Dios, con la misma fe y devoción, deben preguntar para saber a quién le están dando de comer”, explicó el padre.

También les dijo: “hacer el bien por sí mismo no es hacer caridad, la gente necesitan no solo ayuda material, sino acogida, escucha y —también ellos— encontrarse con Cristo, y eso se logra a través del testimonio de vida”, acotó.