P. José-Román Flecha Andrés
Era el día 28 de octubre de 1965, fiesta de los apóstoles san Simón y san Judas Tadeo. En la homilía de la misa concelebrada, el papa Pablo VI ofreció un encendido canto a la Iglesia.
Aquella especie de salmo no podía dejar indiferente el corazón de los que, por gracia de Dios, estábamos presentes en la basílica de San Pedro: “La Iglesia vive… La Iglesia piensa… La Iglesia habla… La Iglesia ora… La Iglesia crece… La Iglesia sigue construyendo su edificio”.
En la misma ceremonia los padres conciliares habían votado y aprobado el Decreto sobre el oficio pastoral de los obispos. En aquel documento, el Concilio Vaticano II presentaba la diócesis con estas pinceladas:
1. La diócesis es una Iglesia particular, en la que se enncuentra y actúa verdaderamente la Iglesia de Cristo
2. Se entiende que, como la Iglesia universal, también la Iglesia particular es y ha de ser una, santa, católica y apostólica
3. La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía al obispo, el cual ejerce en ella el papel del Buen Pastor que la apacienta.
4. Ese servicio pastoral del obispo se lleva a cabo con la cooperación de su presbiterio.
5. Todos los fieles de esta Iglesia particular viven consciente y activamente la adhesión a su Pastor y se sienten reunidos por él.
6. Ahora bien, esta reunión no es meramente disciplinar o administrativa. Constituye una comunión de fe, orientada por el Espíritu Santo.
7. Esta comunión diocesana se asienta sobre dos elementos imprescindibles, como son la atencion al Evangelio y la celebración de la Eucaristía (n. 7)
8. Todas las obras de apostolado se han de coordinar bajo la dirección del obispo, de modo que sea más visible la unidad de toda la diócesis (n.17).
9. Además, en la diócesis todos están llamados a colaborar de forma activa, para que se manifieste claramente la naturaleza de la Iglesia y todo contribuya a la salud del Pueblo de Dios (n. 22).
10. Finalmente, en cada diocesis, la razón suprema del oficio pastoral del obispo y de sus colaboradores ha de ser siempre el bien de toda la grey del Señor (n.25).
Han pasado 55 años desde la votación de los padres conciliares y la promulgación de aquel decreto por el Papa. Al celebrar el día de la Iglesia diocesana es bueno recordar su significado. Sentir nuestra vinculación con esta familia eclesial Y comprometeros con su misión de anuncio del Evagelio y de servicio a los hijos de Dios.
Hay momentos especiales en los que sentimos con más hondura e intensidad nuestra pertenencia y nuestra adhesión a la diócesis.
Así ocurre cuando llega la hora de despedir a un obispo que nos ha guiado durante años y demostrarle nuestra gratitud por su generoso ministerio. Y cuando nos preparamos a recibir con esperanza a su sucesor, que llega hasta nosotros como pastor de la iglesia diocesana.