Este 7 de mayo, la Iglesia Católica celebra dos grandes acontecimientos: el Domingo del Buen Pastor y la 54º Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, cuyo tema elegido por el papa Francisco es: “Empujados por el Espíritu Santo para la Misión”.
El Domingo del Buen Pastor, para quienes hemos sido consagrados al ministerio sacerdotal, nos hace volver a centrar nuestra mirada en Jesús.
Durante su misión, Jesús no se quedó esperando a que fuéramos a su encuentro; Él salió a buscarnos; por eso se hizo amigo de los pecadores, comía con ellos y les anunciaba el Evangelio del amor y de la misericordia. Esto agradaba a la gente sencilla, que le escuchaba con gozo, y provocaba rechazo en los corazones orgullosos y complicados.
Cuando sus adversarios le acusan de ser amigo de pecadores, les habla del amor de Dios y de su solicitud por cada uno de nosotros, usando la imagen del pastor que sale en busca de la oveja perdida: «¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja a las otras noventa y nueve en el desierto, y va en busca de la que se le ha perdido, hasta encontrarla? Y, cuando da con ella, se la echa a los hombros lleno de alegría y, cuando llega a casa, reúne a sus amigos y les dice: Alégrense conmigo, que ya he encontrado la oveja que se me había perdido. Les digo que igualmente habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión» (Lucas 15, 4-7).
El pastor actúa tal como dice Jesús en esta parábola. No se trata de un asalariado ni de una persona potentada, sino de un pastor que no tiene criados, que cuida él mismo de su propio rebaño, el cual constituye toda su hacienda. Cada oveja es importante y no puede permitirse perder ni una sola. Así que, si se extravía una oveja, va corriendo de un sitio para otro y no descansa hasta que la encuentra.
Toda la vida de Jesús fue un continuo buscar a las ovejas descarriadas. Y esta debe ser nuestra meta, para que sin temor proclamemos en este mundo tan materialista la Buena Nueva de Jesucristo a quienes están en búsqueda del encuentro con el Trascendente.
El Pastor es por tanto propiamente tal, guiando y custodiando a la grey, y a veces impidiendo que se disperse. Sin una visión claramente y explícitamente sobrenatural, no es comprensible la tarea de gobernar propia de los sacerdotes. Ésta, en cambio, sostenida por el verdadero amor por la salvación de cada uno de los fieles, es particularmente preciosa y necesaria también en nuestro tiempo. Si el fin es llevar el anuncio de Cristo y conducir a los hombres al encuentro salvífico con Él para que tengan la vida, la tarea de guiar se configura como un servicio vivido en una donación total para la edificación de la grey en la verdad y en la santidad, a menudo yendo a contracorriente y recordando que el más grande debe hacerse como el más pequeño, y el que gobierna, como el que sirve (cf Lumen gentium, 27).
Las vocaciones sacerdotales
En este IV Domingo de Pascua también celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Esta Jornada es una oportunidad para vivir con renovado compromiso de oración y de atención a la pastoral vocacional. De nosotros –obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosas, laicos- depende ahora despertarlas, acompañarlas, discernirlas, formarlas y sostenerlas.
Oremos también para que sea cada vez mayor el número de quienes deciden vivir radicalmente el Evangelio mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia: hombres y mujeres que desempeñan un papel primario en la evangelización. Algunos de ellos se dedican a la contemplación y a la oración; otros, a una multiforme acción educativa y caritativa, pero a todos los une un mismo objetivo: testimoniar la primacía de Dios sobre todo y difundir su Reino en todos los ámbitos de la sociedad. Muchos de ellos, como escribió el siervo de Dios Pablo VI, «son emprendedores y su apostolado está frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan admiración. Son generosos: no raras veces se les encuentra en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su salud y su propia vida» (Evangelii nuntiandi, 69).
Es por ello que para todos los bautizados debe ser una prioridad orar permanentemente por el Seminario Mayor San José, en donde se forman nuestros futuros sacerdotes. Es nuestro compromiso cuidar y sostener económicamente este centro de formación sacerdotal, donde jóvenes de todas las diócesis de Panamá han dado un sí a la llamada del Señor.
No se trata, pues, de dar un aporte económico de manera simplista. Debe ser una respuesta generosa y permanente, que surge de nuestra conciencia del compromiso que tenemos de respaldar las vocaciones al sacerdocio.
Que Santa María La Antigua, nos acompañe a vivir este Domingo del Buen Pastor y la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, para que podamos contar con santos sacerdotes, según el corazón de Cristo.
Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, osa / Arzobispo Metropolitano de Panamá