Lucas, 10, 25-42: Nuestra vida es una continua búsqueda, pues nuestra hambre y sed es siempre la de encontrar un sentido que nos lleve a más vida. ¿Y cómo vivir para tener la vida por excelencia, el don de Dios que llamamos vida eterna o vida en plenitud? ¿Debemos esperarla para después de la muerte o podemos experimentarla desde ahora?
Nos encontramos con este pasaje donde un doctor de la ley quiere poner a Jesús en una trampa y pregunta qué debe hacer para heredar la vida eterna. Tratándose de un especialista en leyes. La pregunta es para saber si Jesús es fiel a la Escritura y si observa la cantidad de mandamientos que señalaba el judaísmo. Jesús no responde, y le pegunta a la vez: ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella? Él respondió: “Amarás al Señor; tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús aprueba y confirma que la vida, y por tanto también la vida eterna, se encuentra en la experiencia y en la práctica del amor. Tendremos más vida, cuanto más nos entreguemos a la mística y a la práctica del amor.
El especialista en leyes no se da por vencido y hace otra pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús no discute la pregunta, sino que cuenta una parábola de un samaritano.
Compara la actitud egoísta de dos ministros del culto en el Templo de Jerusalén con la pronta y decidida generosidad de un samaritano, apartado por los judíos. Con este ejemplo todos los que estaban presente podían entender que el mandamiento del amor no conoce límites.