Era el mes final del Concilio Vaticano II, con Pablo VI al frente de la Iglesia, cuando unos cuarenta sacerdotes, entre ellos varios obispos latinoamericanos, celebraron la Eucaristía en las Catacumbas romanas de Domitila y se comprometieron a llevar una vida de sencillez y despojada de posesiones y nueva actitud pastoral orientada a los pobres y los trabajadores.
En el marco del Sínodo Especial para la Región Panamazónica, celebrado en Roma del 6 al 27 de octubre, esta vez, con el Pacto por la Casa Común, se proponen “renovar en nuestras iglesias la opción preferencial por los pobres, especialmente por los pueblos originarios, y junto con ellos garantizar el derecho a ser protagonistas en la sociedad y en la Iglesia”. Asimismo, “ayudarlos a preservar sus tierras, culturas, lenguas, historias, identidades y espiritualidades. Crecer en la conciencia de que deben ser respetados local y globalmente y, en consecuencia, alentar, por todos los medios a nuestro alcance, a ser acogidos en pie de igualdad en el concierto mundial de otros pueblos y culturas”. Recordaron a los mártires miembros de las comunidades eclesiales de base, de las pastorales y movimientos populares; líderes indígenas, misioneras y misioneros, laicos, sacerdotes y obispos, que derramaron su sangre debido a esta opción por los pobres, por defender la vida y lucharpor la salvaguardia de nuestra Casa Común. Los padres sinodales expresaron su agradecimiento por su heroísmo, y su decisión de continuar su lucha con firmeza y valentía.