EL RECHAZO Y LA ACOGIDA

EL RECHAZO Y LA ACOGIDA

Nuestra experiencia personal y social nos dice que una persona honrada y responsable es calumniada y perseguida, a veces hasta la muerte. Es más, se dictan leyes que permiten y justifican esos atropellos.

José-Román Flecha Andrés

“Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opome a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida”. Así piensan y así conspiran contra el justo los malvados, según el libro de la Sabiduría (Sab 2,12).

Nuestra experiencia personal y social nos dice que ese modo de actuar persiste todavía en nuestro mundo. Una persona honrada y responsable es calumniada y perseguida a veces hasta la muerte. Es más, se dictan leyes que permiten y justifican esos atropellos.

A esa violencia responde el perseguido: “Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder… Porque unos insolentes se alzan contra mí y hombres violentos me persiguen a muerte, si tener presente a Dios”, (Sal 53).

Con razón se nos advierte en la carta de Santiago: “Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males”, (Sant 3,16).

LA VERDADERA PRIMACÍA

Según el evangelio, Jesús anuncia a sus discípulos el futuro que le aguarda: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará”, (Mc 9,30-37). Hay dos fuertes contrastes que perduran hasta hoy.

  • Jesús es consciente de la suerte que le espera. Su vocación le lleva a entregar su vida por los hombres. Sabe que va a ser entregado en manos de los que buscan su muerte. Pero también sabe y anucia que a los tres días resucitará.

Sin embargo, sus discípulos no logran entender el lenguaje de Jesús. Es evidente que la perspectiva de su muerte los llena de temor. Por eso, no se atreven a manifestar sus dudas y preguntar a su Maestro por el sentido de lo que les anuncia.

  • Por otra parte, es verdad que los discípulos van haciendo camino con Jesús. Pero el hecho de seguirle no los lleva todavía a adoptar la misión de su Maestro. Es más, durante el camino no dejan de discutir quién es el más importante entre ellos.

Frente a esas discusiones, Jesús les explica la clave de la verdadera primacía. Él es el Maestro y el modelo. Así que quien aspire a ser el primero entre todos, ha de estar dispuesto a servir a todos, como Él mismo ha hecho con ellos.

Señor danos humildad para acogerte y servirte en los más débiles.

ACOGER Y SERVIR

El evangelio incluye un texto que, al parecer, no tiene mucha relación con el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús. Pero sí que puede ampliar la enseñanza del Maestro sobre la primacía en términos de servicio y acogida.

  • “El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí”. El niño se presenta aquí no por su encanto y por la simpatía que suscita, sino en razón de su desvalimiento e indefensión. Acoger al débil es acoger al mismo Jesús.
  • “El que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”. No basta reconocer a Jesús para ser cristianos. Es preciso acogerlo. Él se identifica con el Padre que lo ha enviado. Así que quien acoge su humanidad está acogiendo también su divinidad.

– Señor Jesús, también nosotros pretendemos ser los primeros en la comunidad de tus seguidores. Somos muy orgullosos e ignoramos tu ejemplo. También nosotros te rechazamos porque nos incomodas. Danos humildad para acogerte y servirte en los más débiles. Amén.