“Encontrar a Jesús es encontrar un tesoro, el camino que nos lleva a la alegría de vivir”, Monseñor José Domingo Ulloa.

“Encontrar a Jesús es encontrar un tesoro, el camino  que nos lleva a la alegría de vivir”, Monseñor José Domingo Ulloa.

redaccion@panoramacatolico.com

 

Hoy es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, y el Arzobispo de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, dedicó parte de su homilía a esta situación mundial, y nuestro país también lo vive, aunque se ha hecho muchos esfuerzos para erradicarlo. 

Desde su residencia, donde celebró la santa misa, el Arzobispo comenzó citando las palabras del Papa Francisco, que denunció que más de 152 millones de niños en todo el mundo, se les priva de su infancia.

Monseñor Ulloa se unió a esa observación del Santo Padre a que entendamos que “los niños son el futuro de la familia humana”, por eso hizo un llamamiento, «a las instituciones para que se esfuercen al máximo a fin de proteger a los menores». 

Está comprobado que el trabajo infantil es una forma de esclavitud y encarcelamiento que provoca sufrimiento físico y psicológico, en muchos niños que se ven obligados a realizar trabajos inadecuados para su edad, y le privan de su infancia y ponen en peligro su desarrollo integral.

Asimismo, en tiempos de la pandemia causada por el coronavirus, la situación es aún mucho más difícil para ellos, porque siguen explotados y sin medidas de seguridad o sobreviven abandonados en las calles.

Pero como señaló, Monseñor Ulloa, en su homilía, gracias a Dios hay muchas instituciones que trabajan para rescatar a estos menores del trabajo infantil y puedan recuperar su infancia, ir a la escuela y jugar como les corresponde a los niños y niñas de su edad.

Pero también apuesta por la educación como base para erradicar el trabajo infantil y que los menores no sean explotados. “Sabemos que el cambio comienza con un lápiz, una pizarra y un profesor”, afirmó.

Ya refiriéndose a la primera lectura, explicó que su mensaje está planteado de manera sencilla, a través de los acontecimientos, a través de nuestros ratos de oración, a través de “un susurro,” para lo que hemos de tener siempre abiertos nuestros oídos, sobre todo, los de nuestro corazón para captar el mensaje que nos quiera indicar.

“Desde la suavidad, el Señor pregunta a Elías: ¿Qué te trae por aquí, Elías?”.  A lo que Elías respondió: “Mi pasión por el Señor, mi Dios”.  Y esta respuesta -dijo el Arzobispo- solo puede salir de un corazón más que emocionado y entregado a Dios, y que retrata la vida de Elías. Todo lo que hizo fue motivado por el amor apasionado a su Dios.

Para el Arzobispo de Panamá, esta es la respuesta que todo seguidor de Jesús debe tener en sus labios y en su corazón. “Ojalá que siempre, lo que hacemos: predicar, perdonar, ayudar al hermano, trabajar por la paz y la justicia… sea “Mi pasión por el Señor, mi Dios”, expresó.

En tanto que, en su reflexión sobre el Evangelio de hoy, específicamente sobre la expresión, “Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo”, preguntó: ¿Quién de nosotros no piensa que lo que pide Jesús es demasiado y quedamos un tanto desconcertados?

El lenguaje de Jesús puede parecer muy duro para nosotros, pero, al contrario, advierte Monseñor Ulloa, y puso como ejemplo, que si nuestra mano es la que nos llevan a coger lo que no nos pertenece, ella está convirtiendo todo nuestro cuerpo en corrupto y ladrón. 

Y con firmeza, Monseñor Ulloa dijo que Jesús no nos va a pedir algo que nos hiciese mal y nos perjudicase o algo que excediese nuestra capacidad humana, porque siempre su intención es una enseñanza.

“Encontrar a Jesús es lo mismo que encontrar un tesoro, un tesoro que nos proporciona vida y vida en abundancia, y nos ofrece el camino que nos lleva a la alegría de vivir”, indicó el Arzobispo.

Agregó que, si Jesús se atreve a pedirnos que, si algo o alguien, sea nuestro ojo, nuestra mano, nuestro pie no nos deja disfrutar de la alegría, no le hagamos caso y sigamos disfrutando de lo que él nos ofrece.

Al final de su homilía recordó que los limpios de corazón, según las palabras del Señor, verán a Dios, y que nos acostumbremos a mirar imágenes santas, para que, así, puedas un día ver lo que esas imágenes representan.

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa

 

Hoy, 12 de junio, es el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Una realidad que sufren más de 152 millones de niños en todo el mundo, a los que «se les priva de su infancia», según ha denunciado hoy el Papa.

El Papa Francisco reiteró que, «los niños son el futuro de la familia humana», por eso ha hecho un llamamiento, «a las instituciones para que se esfuercen al máximo a fin de proteger a los menores». 

El trabajo infantil es una “forma de esclavitud y encarcelamiento que provoca sufrimiento físico y psicológico”.

«Muchos niños se ven obligados a realizar trabajos inadecuados para su edad, que les privan de su infancia y ponen en peligro su desarrollo integral, no pueden ir al colegio, apenas tienen tiempo para comer, no descansan ni los fines de semana y no saben lo que es jugar con otros niños y niñas. Son las consecuencias que sufren 152 millones de menores que son víctimas del trabajo infantil en el mundo y que deberían estar en la escuela y no realizando actividades de adultos, ya que, en casi la mitad de los casos, 73 millones, realizan actividades peligrosas para la salud. 

En tiempos de coronavirus, la situación es aún mucho más difícil para ellos porque siguen explotados y sin medidas de seguridad o sobreviven abandonados en las calles.

Los menores son una mano de obra barata y silenciosa. El trabajo infantil supone un niño alejado de su familia, al que maltratan un trabajador silencioso y obediente porque no conoce sus derechos ni tampoco otra realidad. Pero detrás de las cifras del trabajo infantil, hay infancias que han dejado de serlo. Niños y niñas que realizan trabajos que no les corresponde, que se convierten en adultos antes de tiempo.

Cargar mercancías en las estaciones, vender en la calle, trabajar en el campo, en las fábricas, en las minas o como servicio doméstico son algunas de las ocupaciones que realizan los menores en el mundo y que les privan de ir al colegio y de disfrutar su infancia. La pregunta a un menor nunca debería ser ¿estudias o trabajas?

La educación es la base para erradicar el trabajo infantil y que los menores no sean explotados

Los niños y las niñas son fácilmente reemplazables y no se quejan ni reclaman sus derechos porque no los conocen. Son tratados como adultos con abusivas jornadas de trabajo. Los menores, agotados y sin poder ir a la escuela, enferman con facilidad por realizar trabajos de adulto. Cargan grandes pesos, trabajan en el suelo y con posturas que les producen malformaciones, enfermedades crónicas y, en todos los casos, baja autoestima, desconfianza y hasta depresión.

Trabajo infantil 

Reiteramos las consecuencias para los 152 millones de menores en el mundo obligados a trabajar son muchas, pero la principal es la pérdida de la infancia y las dificultades para desarrollarse. 

Gracias a Dios, muchas instituciones trabajan para rescatar a estos menores del trabajo infantil y que puedan recuperar su infancia, ir a la escuela y jugar como les corresponde a los niños y niñas de su edad.

Felicidades a Casa Esperanza por rescatar a tantos niños de la calle.

Sabemos que el cambio comienza con un lápiz, una pizarra y un profesor.

En primera lectura, asistimos a una teofanía, es decir a una manifestación de Dios al profeta Elías. 

Y Dios no se le manifiesta de una manera espectacular no se manifiesta ni “en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego” sino en un “susurro”, en una tenue brisa. 

Esta suele ser la manera de manifestarse Dios en nosotros. Él nos hace llegar su mensaje, su palabra, no de manera grandilocuente, sino a través de la sencillez de la lectura de la Sagrada Escritura, a través de los acontecimientos, a través de nuestros ratos de oración, a través de “un susurro,” para lo que hemos de tener siempre abiertos nuestros oídos, sobre todo, los de nuestro corazón para captar el mensaje que nos quiera indicar.

Desde la suavidad, el Señor pregunta a Elías: “¿Qué te trae por aquí, Elías?”.  A lo que Elías respondió: “Mi pasión por el Señor, mi Dios”.  

Respuesta que solo puede salir de un corazón más que emocionado y entregado a Dios. Y que retrata la vida de Elías. Todo lo que hizo fue motivado por el amor apasionado a su Dios.

Una respuesta que todo seguidor de Jesús, también nosotros los del siglo XXI, debemos tener en nuestros labios y en nuestro corazón. Ojalá que siempre, lo que nos lleve a hacer en cada momento lo que hacemos: predicar, perdonar, ayudar al hermano, trabajar por la paz y la justicia… sea “Mi pasión por el Señor, mi Dios”.

“Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo”

¿Quién de nosotros cuando oímos por primera vez las palabras que hoy nos dirige Jesús en el evangelio, no pensamos que lo que pide es demasiado y quedamos un tanto desconcertados? Incluso su lenguaje, puede parecer muy duro para nosotros, pero, al contrario, es reconfortante. La Palabra de Dios es dirección para nosotros.

Hoy, miramos la situación de nuestras enfermedades en el tiempo en que estamos. Muchas veces, una persona tiene una parte de su cuerpo cáncer, y necesita quitar aquella parte para que el resto del cuerpo no sea contaminado con aquel cáncer, para que no se esparce por todo el organismo. Sabemos la consecuencia drástica que es para la salud de muchos de nosotros cuando el cáncer está avanzado. 

De la misma forma, es lo que Jesús está diciendo con el cáncer del pecado, que, muchas veces, consideramos pequeño, pero no lo es. Si nuestro ojo se está desviando, esta impuro, no es solo el ojo el que queda impuro, sino todo el cuerpo, porque el mensaje va para todo el cuerpo.

Si es nuestra mano es la que esta nos llevando a coger lo que no nos pertenece, lo que no se debe, nuestra mano está convirtiendo todo nuestro cuerpo en corrupto y ladrón. 

Por eso, al adentrarnos en la amistad con Jesús, nos convencemos de que él no nos puede pedir algo que nos hiciese mal y nos perjudicase o algo que excediese nuestra capacidad humana, y caemos en la cuenta de la enseñanza que nos quiere brindar.

Por lo tanto, encontrar a Jesús es lo mismo que encontrar un tesoro, un tesoro que nos proporciona vida y vida en abundancia, y nos ofrece el camino que nos lleva a la alegría de vivir. Por eso, Jesús se atreve a pedirnos que, si algo o alguien, sea nuestro ojo, nuestra mano, nuestro pie no nos deja disfrutar de la alegría que nos él nos regala Jesús, no le hagamos caso y sigamos disfrutando de lo que él nos ofrece.

Hay personas a quienes les gusta cerrar los ojos cuando rezan. Supongo que lo hacen para no distraerse. A mí me sucede lo contrario: si cierro los ojos mientras rezo, se me dispara un proyector mental y sale la loca de la casa que me llena preocupaciones y de ruidos. 

Por eso prefiero fijar la mirada en el sagrario, en el crucifijo, o en una imagen de la Virgen; me ayuda a centrar la atención. Y, de regalo, esas miradas me proporcionan una ganancia adicional:

Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si una mirada lasciva ensucia el corazón hasta el punto de moverlo a pecar (¡cuántos jóvenes enfangados por culpa de la pornografía!), la mirada dirigida a imágenes santas limpia por dentro el corazón y el alma. 

Mirar con atención un sagrario, un crucifijo, o un cuadro de la Virgen es como introducir limpieza a través de los ojos para que alcance lo más profundo del espíritu.

Recuerda que los limpios de corazón, según las palabras del Señor, verán a Dios. Y acostúmbrate a mirar imágenes santas, para que así, puedas un día ver lo que esas imágenes representan.

 Nosotros somos los que miramos, somos lo que escuchamos y somos lo que comemos.

Hay cosas en la vida que nos pueden desviar del amor de Dios.

  

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ