Es el “indito” a quien se apareció por cinco veces la Virgen María (del 9 al 12 de diciembre de 1531) en el monte Tepeyac. Pobre, honrado, trabajador, bondadoso y muy religioso, se convirtió al cristianismo y fue bautizado junto con su esposa en 1525 por los misioneros franciscanos. Desde entonces no faltaba nunca a la catequesis o “doctrina” ni a la misa dominical. Después de las apariciones vivió en una choza cercana a la recién construida Basílica de N. Sra. de Guadalupe. Murió en 1547, fue beatificado en 1990 y canonizado en el año 2002 por Juan Pablo II.
El “Nican mopohua” (“Aquí se cuenta”, en lengua náhualtl) es el relato contemporáneo al mismo Juan Diego en el que se narran las apariciones, pero es sobre todo el testimonio de la evangelización de una cultura donde la ayuda de Dios y de la Virgen fue evidente. Su argumento es de sobra conocido, y refiere:
– La primera aparición de la Virgen Ma- ría, que se identifica, le habla con cariño y le encarga pedir al obispo de México la construcción de un templo en la falda del cerro del Tepeyac
– La entrevista con el obispo Fr. Juan de Zumárraga, que le hace esperar mucho tiempo para recibirle y no da crédito a lo que le dice
– La segunda aparición, en la que pide ingenuamente a la Virgen que envié otro mensajero más importante, a ver si así le cree el obispo. Ella insiste en que regrese de nuevo a verle: esta vez sí parece creerle, pero le pide una prueba
– Surge la grave enfermedad de su tío Juan Bernardino, y Juan Diego corre a buscar un médico y un sacerdote para atenderle. De nuevo se le aparece la Virgen y le encarga recoger y llevar al obispo en su “tilma” (capa o manto) unas flores
– Así lo hace Juan Diego, a pesar de las dificultades que le ponen para una nueva entrevista, y al abrir su tilma para presentar las flores aparece grabada en ella la imagen conocida hoy como N.Sra. de Guadalupe. El obispo, conmovido, cae de rodillas y promete edificar el templo de acuerdo al mensaje recibido.
– Toda la ciudad venera la imagen, todavía Juan Diego se encuentre de nuevo con la Virgen, y el tío enfermo sana.
Desde su biografía y el relato de las apariciones, podemos presentar la espiritualidad de Juan Diego con cuatro rasgos fundamentales:
Religiosidad. Ya desde antes de su bautismo, Juan Diego era un hombre profundamente religioso, que se sentía en presencia de Dios y se preocupaba por agradarle. Su conversión al cristianismo fue igualmente profunda y sincera, encontrando en la Iglesia y la catequesis al Dios de Jesucristo, dedicándose a su servicio y preocupándose por su formación cristiana y la práctica de las obras de misericordia. Fe, Iglesia, oración, liturgia y vida son inseparables en la vida de las primeras comunidades cristianas de Jerusalén y, como atestigua la figura de Juan Diego, también en los albores de la evangelización del nuevo Continente americano.
Devoción a María. Es realmente conmovedora la relación con María que reflejan los diálogos entre ella y Juan Diego. Él ve a María como una figura maternal, siente para con ella una filial confianza, la trata con veneración y cariño, la reconoce como Madre de Dios y Reina, está dispuesto a hacer siempre lo que le pide… La Virgen María está llena de amor, mira compasivamente a sus hijos, les ofrece auxilio y salvación, quiere consolarles en sus llantos, sufrimientos y preocupaciones… Nace aquí sin duda la devoción a María que ha marcado para siempre la piedad popular y la fe de la Iglesia en América latina.
Humildad. Juan Diego acepta con humildad el desprecio y la desconfianza con que inicialmente es recibido en la casa episcopal, no se considera digno de ser elegido como mensajero, “Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, lleva- do a cuestas, no es lugar de mi andar ni de mí detenerme allá a donde me envías, Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña…”; “Mucho te suplico, Señora mía; Reina, Muchachita mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean” . Pero el Señor enaltece y llama a los humildes…
Espíritu de servicio y solidaridad.
Sirve y obedece a María, al obispo, a sus criados. Se preocupa de su tío enfermo y le atiende solícito tanto material como espiritualmente, dando prioridad a ese servicio humanitario incluso por encima del compromiso y encargo recibido en las apariciones. Entiende y practica que no se puede separar el amor a Dios y a los demás, que las obras de misericordia con los que sufren son primordiales para el cristiano…