Peregrinos de la verdad y del amor.
En la preparación espiritual a la JMJ2019 el mayor discernimiento y trabajo ha de estar en saber que somos peregrinos de la verdad y del amor que es Cristo. Él viene a nuestro encuentro para restablecer su Reino entre nosotros. En su reino no tiene siervos sino “seguidores libres”, y esta libertad la identifica la verdad y el amor con que cada uno vive. El reino que busca cada joven peregrino de Cristo, el mismo Cristo nos dice en qué consiste: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis súbditos lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.” Pilatos le dijo: “¿Entonces, tú eres rey?” Jesús respondió: “Tú lo dices, yo soy rey. Yo para eso nací y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,33b-37).
Jesús, en el palacio de Pilato, es interrogado sobre su identidad: ¿Eres tú el rey de los judíos? El joven peregrino busca su identidad en relación con Cristo. “Señor, ¿para qué me quieres en este mundo?”. Esta identidad la encontrará al encontrar la de Jesús, que no siempre responde al momento a nuestra inquietud, y a veces nos hace esperar. En muchas ocasiones lo que hace es devolver otra pregunta: ¿Lo dices por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Como diciéndote: ¿Me buscas por tu cuenta o porque otros te lo exigen? Lo ideal es que te animes a buscar tu verdad, tu identidad cristiana por tu cuenta, dejándote atraer por su amor, por su llamada. Encontrando a Jesús, teniendo un trato con Él, con toda verdad, te encontrarás contigo, y podrás decir con toda alegría y entrega amorosa: “para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad”. Antes supone encontrarse con la verdad.
Su reino es el de la verdad y del amor, por eso no se impone con armas o a la fuerza, no se instala con la mentira sino con la verdad. Aquí nuestro mayor trabajo preparatorio para encontrar nuestra identidad cristiana, “es un rey que conquista con el amor a la verdad y la verdad con amor”, y quien le encuentra es el peregrino enamorado de la verdad, “no contiene engaño alguno” (Jn 1,47), no participa de la mentira, es un enamorado de la verdad, y en ella da gloria a Dios. Es hijo de su infinito amor.
Jesús tiene claro para qué vino al mundo y lo afirma sin titubeos, conoce su misión: “para ser Rey de un reino de humildes y sencillos que hacen presente la verdad y el amor como su única arma; que combaten a base de perdón y misericordia, que se comprometen con el bien de los demás y trabajan sin descanso porque en el servir está su mayor alegría y fortaleza”. ¿Sabes tú a qué viniste a este mundo?
Dos demandas para la vida espiritual
a preparar para la JMJ:
-Que andemos conforme a la Verdad.
“Me alegré mucho al ver que tus hijos se comportan de acuerdo con la verdad, según el mandamiento que hemos recibido del Padre” (2 Jn 4). La preparación a la JMJ demanda que llevemos a los jóvenes a este modo de vida, y sería el mayor logro espiritual a alcanzar. Andar en la verdad significa andar conforme a la Palabra de Dios y sus enseñanzas. Los otros lo verán y, de una u otra forma, serán influenciados por nuestras vidas. Del andar conforme a verdad brota la libertad interior que el alma necesita para ser verdaderamente espiritual y transmitir esa presencia viva de Cristo, que nos ha de identificar como sus hijos (Jn 14,6). Significa también andar de acuerdo con la sana doctrina (Hch 2,41-42), y saber que obedecer la verdad, andar en ella, no es una opción, ni un privilegio, sino una demanda de Dios, es lo que Dios nos pide, para que alcancemos la eterna felicidad.
-Que sepamos andar en Amor
(2 Jn 5-6).
Quien anda en la verdad anda en el amor. La verdad sin amor no promete fecundidad. Sólo en la verdad de Cristo podemos amar como Cristo nos ama. Verdadero espiritual es el que ha experimentado el amor de Dios en su vida, desea que los demás lo conozcan, y ama como Dios le ha amado (1Jn 4,11), y no puede aceptar ese amor sin compartirlo con aquellos a quienes Dios también ama. Ese amor es una actitud que no da lugar a la tristeza, a la amargura, sino que siempre procura lo mejor para los demás.