Espiritualidad y preparación para la JMJ (V)

Espiritualidad y preparación para la JMJ (V)

“He aquí la esclava del Señor” (Lc 1,38).
Esta respuesta de María Virgen supone encuentro con Dios y disponibilidad para hacer lo que Él le pida. La disponibilidad consiste en identificar nuestra voluntad con la voluntad divina, y en esto está la fuente de la verdadera espiritualidad, aquí la raíz de la santidad, a donde hemos de guiar a la juventud. Para llegar a este encuentro con Dios, que su pone un antes y un después de la disponibilidad, hay que pagar un precio: un gran amor a Dios, a quien María esperaba con fe, con mortificación, con constancia en la oración y mucha humildad.
En la debida preparación espiritual para la vivencia de la JMJ es necesario detenernos para “idear” un trabajo de vida interior que prepare al joven, lo disponga para el encuentro con Cristo, y sea capaz de acoger lo que “Él le pida” en ese encuentro en su interior. El joven busca relacionarse exteriormente con Dios, con sus semejantes, con las cosas, pero necesita que se le guíe, se le oriente a hacerlo, saber relacionarse, desde la vida interior, en comunión con Dios y con su designio en su propia vida. El hombre espiritual se define de dentro para fuera, de lo interior a lo exterior, del encuentro con Dios al encuentro con el hombre y con las cosas. Es esa expresión rica en contenido divino: “soy el que soy” (Ex 3,14). La preparación espiritual es la más importante para saber acoger al que viene en nombre del Señor.
Reto para los animadores
espirituales de la JMJ.
Tenemos un compromiso y consiste en la preparación interior de nosotros mismos y de los jóvenes que nos han sido confiados para la preparación espiritual que amerita este encuentro con Cristo. Se trata de “idear unos Ejercicios Espirituales con los jóvenes”, donde se les provoque un pre-encuentro con Cristo, que les mueva en su interior a mejorar sus vidas en la relación consigo mismos, con sus propias historias, con sus seres queridos, con el futuro que han de trabajar y a veces temen enfrentar.
El reto del animador es llevar al joven, antes del encuentro con Cristo en la JMJ, a encontrarse consigo mismo, de cara al Señor, y “amar su vida toda”, dejando al Señor liberar su corazón de lo que esté necesitando perdón, purificación, y acogida de sí mismo, en esas partes de su vida no redimidas en su corazón y que piden ser amadas, aceptadas, perdonadas, atendidas. Estas zonas de la vida personal y familiar, afectivas, que podríamos llamar “las periferias de la vida interior”, que piden ser tratadas, atendidas, para luego ser enviados, con salud de alma y cuerpo, a las periferias de la vida interior que exteriormente los demás jóvenes vienen buscando amar, integrar, aceptar, redimir. Es un trabajo previo con los jóvenes para ayudarles a integrar, en comunión de vida y de amor: pasado, presente y futuro.
Hay que saber que la no integración de esas periferias de su vida interior no atendidas, son las que le hacen al joven actuar indebidamente, aun no deseando hacerlo. Es así como inocente o injustamente es llevado a optar por una vida fuera del camino virtuoso que nos modela la Virgen María; cayendo en ser gobernados por la impureza, la infidelidad, la desobediencia, el resentimiento, la envidia, los celos, las rivalidades, las faltas de ilusión y de gusto y compromiso por sus opciones vocacionales o de estudios, que se ven llamados a hacer.

MARÍA VIRGEN, modelo perfecto de
preparación espiritual, para la JMJ.
Algunos puntos que nos pueden ayudar en el itinerario espiritual a alcanzar siguiendo el modelo de María Virgen pueden ser:
-Mantener la Fe a pesar de la adversidad que la vida nos depara, como María se mantenía en la Fe recibida.
-Mantener la Esperanza en Jesús, el Salvador, como María esperaba con ansias de Amor, con Fe viva.
-Mantener la rectitud de vida, la vida virtuosa en esa espera, como María se mantenía limpia, pura, virgen, obediente, servidora, con la castidad que el estado de vida le pedía.
-Mantener el amor a la vida, y la fidelidad a la tradición recibida de los padres, como María al amparo de su hogar. “Feliz la que ha creído”.