Experiencia de un ludópata

Experiencia de un ludópata

Me llamo “Rafael”, inicié en el mundo de la ludopatía cuando empecé a generar ingresos a los 20 años. Mi primera experiencia fue en un pequeño casino que abrió por la avenida Central hace 21 años donde se introducían monedas de un real y 25 centavos.

Desde ese entonces quedé enganchado con las tragamonedas, en la medida en que las máquinas eran más atractivas y los premios más elevados, mi ilusión de obtener dinero rápido y fácil, me fue convirtiendo en un hombre dependiente al juego.

Mientras más ingresos generaba mis apuestas eran más altas. Traté desde mi juventud poder detener el juego y pensé que por mis propios medios podía controlarlo, me aferré a mi fe católica para poder controlar el juego, desconociendo que esta compulsión es una enfermedad adictiva difícil de controlar solo.

Muchas veces recriminé a Dios, cuando en cada quincena pensando que podía controlar las apuestas perdía todo quedando sin ningún centavo para laborar o comer al siguiente día.

Esto era una tortura para mí, caía en un estado de desesperación, angustia, ansiedad, con ganas en ocasiones de que mi vida acabara.

Las consecuencias de sufrir de esta adicción conductual, me impidieron poder tener una estabilidad emocional y económica, deje pasar muchos años para poder terminar mi profesión, de concluir metas y lograr sueños, generando mucha frustración al no poder aprovechar las oportunidades que Dios me daba.

Cuando me vi al borde de la indigencia, al perder mi trabajo, jugar mi liquidación y caer en depresión, decidí buscar ayuda acudiendo al Centro San Juan Pablo II donde me recibió el hermano Ariel Lopez, quien con su atención y guía me invitó a participar en los grupo de personas con problemas de adicción que se realizan todos los lunes, específicamente los de ludopatía.

Ya tengo tres meses de asistir a los grupos, estas reuniones me han permitido conocer la enfermedad. Para mi ha sido muy fructifero escuchar las experiencias de otros hermanos que están en recuperación, puedo expresar libremente todas las cargas que llevo y que me llevaron a caer en esta terrible adicción.

Con los pasos y herramientas que se imparten en la terapia he podido tener la voluntad de seguir adelante, sin mirar atrás las pérdidas sino centrándome en la frase: “solo por hoy Dios basta”.

Hoy también soy voluntario del Centro, ayudo a otros adictos de diferentes situaciones, colaboro sirviendo el desayuno, almuerzo y en las tareas diarias, sin olvidar las oraciones por todos que hacemos en la capilla del Centro.