¡Cuántas veces nos encontramos con personas que nos dicen que no les importa la patria! ¡Qué tristeza es darnos cuenta de ello! ¿No será que esas personas no saben realmente lo que es la patria, el patriotismo y sus conciudadanos?
A lo largo de los cuatro Evangelios, podemos ver cómo Jesús se dedica a predicar, a servir, a amar a su pueblo, a su Patria. La mayor parte de sus milagros, de sus acciones van dirigidas para sus hermanos, para sus conciudadanos. Él tenía conciencia de su Patria. Sufría cuando la veía sufrir, se alegraba cuando ésta se alegraba. A pesar de ser Dios, quiso hacerse hombre como nosotros. Y Él lo hizo en una nación y cumplió con todos los requisitos de su Patria. Pagaba los impuestos correspondientes, por ejemplo. Esto lo podemos ver en el Evangelio según san mateo, capítulo 17, versículos del 24 al 27.
Todos los seres humanos, por ser personas, somos seres sociales. Todos necesitamos de los demás para crecer como personas. Todos nacemos en una comunidad humana, que inició tiempo antes que nosotros existiéramos. Nuestros padres, abuelos, y sus padres y abuelos y así, por generaciones, pertenecían a una sociedad establecida. Ocupaban unas tierras, se organizaban para salir adelante entre todos. Dieron origen a una cultura, a unas costumbres y a una historia propias. Nosotros hemos nacido en esa sociedad, en nuestra Patria.
La Patria tiene como primer fin alcanzar el bien común. Recordemos que todas las personas somos importantes a los ojos de Dios porque todos somos sus hijos, creados a su imagen y semejanza. Por tanto, todas las personas han de ser consideradas para que puedan mejorar y desarrollarse. No se vale permitir que unos crezcan a costa del sufrimiento de otros. No. El crecimiento ha de ser para todos. En esto consiste el bien común, en que todas las personas que conforman una sociedad crezcan como tales. Pues esa sociedad es la Patria.