Hombres y mujeres entregan sus vidas por los más pobres.

Hombres y mujeres entregan sus vidas por los más pobres.

Marianne Colmenárez

El Covid-19 ha confinado a los panameños en sus casas con el objetivo de contener su expansión y ayudar así a los héroes de blanco y azul, háblese de médicos, enfermeras, policías que están diariamente enfrentándose a esta batalla.

Junto a ellos, vemos sacerdotes y religiosas, además de laicos que desde su compromiso como cristianos se han esforzado a contribuir con la oración, pero también con acciones dirigidas al bienestar del prójimo.  

Por las redes sociales, se ven esfuerzos de grupos parroquiales, movimientos que se organizan en distintas iniciativas solidarias. 

El padre Ángel García, párroco de la Iglesia Santa Rita de Cassia, en Bello Horizonte, manifiesta que la pandemia ha permitido afianzar el papel protagónico de los laicos. 

Mujeres y hombres de diferentes grupos, con su debida protección, dedican su tiempo a empacar bolsas de comida que donan a los más pobres. 

“Hemos visto la necesidad de ayudarnos los unos a los otros. Me siento feliz al observar ese rostro misericordioso de Jesús en los fieles, salen con coraje, en medio del dolor a entregar la vida por los demás”, afirmó el sacerdote. 

Han censado a los nueve sectores de la comunidad y se han conseguido con 120 familias, nacionales y extranjeros, que sufren las consecuencias de haber sido despedidos de sus trabajos, o están cesantes.

“La gente la está pasando mal, nos encontramos en una misma casa con una familia Guna conformada por 27 miembros, entre niños y adultos. También vemos a los adultos mayores que están solos sin condiciones para sobrevivir”, explicó el padre García.

Mujeres creativas: confeccionan mascarillas para donarlas.  

Un grupo de amigas de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de calle 50 se llamaron vía telefónica para mejorar la idea de Mónica Valencia, una laica que sintió el llamado de contribuir con su país en este duro momento, confeccionando mascarillas de telas para donarlas a los más vulnerables. 

“Me sumé de una vez a la iniciativa, evaluamos donde conseguir el material, saber quiénes podían colaborar como costureras, elegir los lugares que menos apoyo han recibido, planificar la distribución de las mascarillas, considerando todas las limitaciones para movilizarse”, manifestó Jacqueline Orillac. 

Hoy son 14 costureras, doce de ellas son voluntarias y dos reciben una colaboración económica porque realmente lo necesitan. 

Son amas de casa, o mujeres que en este momento no están laborando, ponen a disposición su tiempo y máquinas de coser. “Les llevamos los patrones y los materiales cortados. Luego de confeccionarlas las lavan en sus mismas casas para luego proceder a entregarlas”, dijo Jacqueline. 

Han distribuido casi 4,000 mascarillas que han sido donadas al Hogar Buen Samaritano, Hogar San José, Centro San Juan Pablo II, Asilo Bolívar, en el Centro de Cumplimiento Las Garzas, y hasta en Colón han hecho entregas. 

Voluntario que nació para servir

Ramón Ortiz no es un empresario, es un trabajador que debe cumplir horario, dar resultados y también compartir con su familia. Sin esperar el llamado, entre los compromisos laborales y el cumplimiento del toque de queda, ha podido durante la cuarentena apoyar, armando bolsas de alimentos en el Centro de Convenciones Atlapa, como parte del Plan Panamá Solidario. 

“El temor al contagio está latente, pero me obliga a ser responsable utilizando el equipo de bioseguridad y cumpliendo las medidas preventivas ante el COVID-19 para no regresar a casa con el virus”, afirmó Ortiz. 

Cuando tomó la decisión de ser voluntario, asumió el compromiso de influir de manera positiva y construir vínculos.  “Uno da mucho y sin esperar nada a cambio, ¡he recibido mucho más!”, expresó.

A Ramón se le conoce por su espíritu de servicio, ha sido socorrista de la Cruz Roja Panameña. La vida le ha permitido contribuir en varias situaciones históricas del país y en eventos de gran importancia para nuestra Iglesia católica. 

Cortes de Cabello

Juan Carrasquilla es un joven que labora en la Barbería Black and White, ubicada en Paraíso, corregimiento de San Miguelito. 

El pasado jueves llegó antes de las 7:00 a.m. al Centro de Atención San Juan Pablo II, para realizar cortes de cabello a los hermanos que viven en situación de calle. 

Ariel López, director del Centro, le entregó todo el equipo de bioseguridad para su protección. “Juan ha servido de voluntario en muchas ocasiones, en esta oportunidad el Centro le da un estipendio porque realmente lo necesita, la barbería donde labora cerró las puertas. Sin temor a contagiarse y con la ilusión de llevar pan a su casa aceptó la propuesta”, señaló.