Imitar a Cristo

Imitar a Cristo

El título que antecede estas líneas parece todo un reto, y suena como imposible: “imitar a Cristo”. Muchos dicen “él es Dios; no puedo vivir como él lo hizo, porque yo soy solo un humano”.

Esta semana la Palabra nos invita a ser humanos, pero de una manera plena. Es decir, sin creer que nuestra humanidad es una limitante, sino recordando lo que dice el libro del Génesis luego de relatar la creación del hombre y la mujer: «Y vio Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno» (Gn 1,31)

El amor de Dios por los seres humanos no tiene límites. Ha creado a la humanidad, y no la ha dejado sola nunca. Cuando se creía que todo estaba perdido, envió a su propio Hijo, a quien hizo carne para que nos rescatara ofrendando su propia vida.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los que sufren hoy, porque ellos serán los herederos de la tierra

Lo hizo carne, sí. Con todas sus limitaciones, pero también con todas sus riquezas y potencialidades.

Por ende, la santidad no es algo que está fuera del alcance de nuestras fuerzas. Existen miles y miles de testimonios que nos revelan que desde la pequeñez de la humanidad, es posible imitar a Cristo.

¿Sabe el lector por qué es posible? Porque Dios pone lo que hace falta. Es decir, pone la gracia.

Entonces no nos desanimemos y esta semana pongamos todo nuestro esfuerzo en ser santos y santas, dueños y señores de nuestros apetitos y egoísmos, y entreguemos toda la belleza con la que Dios nos adornó para el beneficio de quienes nos rodean.

Es en la donación al otro como cada cual encuentra a Dios, ese Señor que habita en el corazón de todos.

¡Ánimo!