Jesús quiere entrar como Rey al corazón de cada panameño

Jesús quiere entrar como Rey  al corazón de cada panameño

Redacción: redaccion@panoramacatolico.com

Desde la Capilla del Seminario Mayor San José de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta se dirigió este domingo de Ramos a todos los panameños y recordó que por primera vez en la historia de la cristiandad, las celebraciones de Semana Santa, en la mayoría de los países, comenzando por la Santa Sede, se están celebrando con los templos vacíos. Ramos

Hoy, las celebraciones se trasladan a las casas, a esas iglesias domésticas frente a las pantallas de televisores o computadoras. Hoy es un Domingo de Ramos distinto, más que virtual, es espiritual, porque acontecerá dentro de la familia chica, en casa, y, a veces, en soledad, con el esfuerzo de la meditación. 

“Lo importante de este momento que vive la humanidad es que celebraremos que el Señor quiere entrar a nuestro corazón y a nuestras familias, para él no hay barreras ni muros”, expresó.

En este día de Ramos recordamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, que viene para entregar la vida por nosotros. Es triunfal porque Jesús es aclamado como rey entra con humildad y sencillez, porque la forma de reinar del Hijo de Dios es desde el amor y el servicio. 

Este Jesús que entra a Jerusalén, en este fin de semana, quiere entrar también al corazón de ustedes con humildad y sencillez, para que en medio de lo que estamos viviendo, llenarlo de luz y alegría.

 Con palabras emotivas, Monseñor Ulloa manifestó que “hoy Jesús quiere entrar a nuestro hogar, a nuestro barrio, a nuestra comunidad, a nuestro Panamá, y que lo aclamemos con nuestros ramos ya no de una forma física, sino como un signo que me permita decirle: Tú eres Señor de la Vida entra a nuestra familia”.

La eucaristía se realizó en la capilla del Seminario Mayor San José, ante un reducido grupo de seminaristas y los padres formadores.

Jesús también lloró

El arzobispo hizo ver que “muchos hoy lloran por no estar cerca de sus seres queridos, por que perdieron sus empleos, por una enfermedad, o porque se sienten solos y otros porque están viviendo este momento solos”.

Ante ese panorama de las lágrimas, monseñor Ulloa subrayó que “Jesús también lloró”, al igual que María Magdalena cuando lavó los pies a Jesús con sus lágrimas, y “Pedro lloró cuando se da cuenta de su traición”. 

“Pero las lágrimas más preciosas son ciertamente las de la Virgen: las de una madre por su Hijo y por cada uno de sus hijos. Son las lágrimas que en este momento ella vierte por nosotros”, dijo.

El arzobispo metropolitano destacó: “Por esta razón, en estos días santos no tengamos miedo de llorar por nuestros pecados; llorar porque al contemplar el dolor y sufrimiento de Cristo, podemos experimentar que nadie nos ha amado como Él y si Dios ha llorado, también tú y yo podemos llorar sabiendo que Él nos comprende”. 

Ya para finalizar en este Domingo de Ramos, Monseñor nos invitó a que nos comuniquemos con el que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer. Además, hizo un paréntesis para que nos cuidemos de la violencia doméstica, e intrafamiliar que está sucediendo en estos días.

A continuación el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

Hermanos y hermanas:

Por primera vez en la historia de la cristiandad las celebraciones de Semana Santa, en la mayoría de los países, comenzando por la Santa Sede, se están celebrando con los templos vacíos.

Hoy, estas celebraciones se trasladan a las casas, a esas iglesias domésticas frente a las pantallas de televisores o computadoras. Hoy es un Domingo de Ramos distinto, más que virtual, Domingo de Ramos espiritual, porque acontecerá dentro de la familia chica, en casa, y, a veces, en soledad, con el esfuerzo de la meditación.

Ustedes queridos feligreses podrán elegir ver y participar de las celebraciones desde la página de Facebook de su parroquia o la del arzobispo o la del Papa por televisión.

Hay muchas opciones para el que tiene acceso a la tecnología, incluso la comunión se recibirá de un modo espiritual. Para hacer más vívido este momento.

Pero a pesar del momento, celebramos que el Señor quiere entrar a nuestro corazón y a nuestras familias, para él no hay barreras ni muros.

En este día de Ramos recordamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, que viene para entregar la vida por nosotros. Es triunfal porque Jesús es aclamado como rey, pero no entra en una carroza, sino montado en un burrito, con humildad y sencillez, porque la forma de reinar del Hijo de Dios es desde el amor y el servicio. Este Jesús que entra a Jerusalén, en este fin de semana, quiere entrar también al corazón de ustedes con humildad y sencillez, para que en medio de lo que estamos viviendo, llenarlo de luz y alegría.

Quiere entrar a nuestro hogar, a nuestro barrio, a nuestra comunidad, a nuestro Panamá, y que lo aclamemos con nuestros ramos ya no de una forma física, sino como un signo que me permita decirle: Tú eres Señor de la Vida entra a nuestra familia.

Que esta Semana Santa nos reconozcamos hermanos, para que crezcamos en humildad, y dejemos ya la ambición, la prepotencia y podamos generar algo nuevo y distinto en nuestra sociedad.

La iglesia doméstica

Por este motivo tenemos un gran desafío en esta Semana Santa, el estar cerca sin poder juntarnos; el vivir la celebración desde la familia como una pequeña iglesia doméstica.

Por lo tanto, les invito no solo a mirar sino a participar de estas celebraciones de cara al misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, que es lo que le da sentido a la vida cristiana.  a incluir en nuestras peticiones el dolor de la humanidad en este momento, que es como vivir el misterio de la Pasión del Señor reflejado en esta parte de la historia de la humanidad.

Lo mejor que nos ha traído el coronavirus

Siempre he creído que el ser humano es, esencialmente, bueno.  Cuando actúa con maldad lo hace presionado por múltiples circunstancias que no siempre comprendemos ni conocemos.

Entre las cifras espeluznantes de muertos y de contagios diarios, por el «Coronavirus» en el mundo, están saliendo a la luz actitudes de bondad y solidaridad a las que no estábamos acostumbrados. Y se agradecen mucho.

 Cada día, la gente se emociona con gestos que creíamos desterrados de nuestra convivencia y la pandemia los está rescatando para la luz.

Muchas empresas cambian su producción para adaptarse a las necesidades más urgentes de la población. Producen mascarillas, respiradores, batas, cuando antes producían cartón o tejidos…

En muchos países las personas se asoman a las ventanas, cada tarde, a aplaudir a los agentes sanitarios desbordados por el trabajo en los hospitales, hacinados de enfermos. Y los agentes sanitarios aplauden a los policías y éstos le devuelven el aplauso por su labor tan valiosa e imprescindible en estos momentos. Todos nos necesitamos.

Surgen ONGs que pretenden acercar a la gente que está sola para ayudarlos y llevar su palabra y un gesto de solidaridad y apoyo. Aparecen teléfonos de apoyo psicológico para los que están solos. Los vecinos se conocen más ahora porque se prestan ayuda y se interesan más los unos por los otros.

Hay también una iglesia samaritana que asoma por todos los recodos del camino de la vida. Desde Pastoral Social/Cáritas y las más 98 Parroquias se están organizando para ayudar, y qué decir de nuestros Centros de Asistencia que -desde lo poco que tienen- lo comparten, incluso con otras comunidades de fe: Hogar Buen Samaritano, Centro San Juan Pablo II, Hogar Luisa, Hogar San José en Cabuyita, la Pastoral Penitenciaria y la Pastoral de la Salud, Hogar de Anciano Pedro Nolasco en El Chorrillo, el Hogar Malambo, el Hogar de la Divina Gracia o el Hogar Bolívar, por mencionar algunos.

Para el papa Francisco estos momentos reivindica la “Teología de las lágrimas”.  Y frente a esta propuesta, él lo expresa muy bien: «¡Al mundo de hoy le falta llorar! Lloran los marginados, lloran aquellos que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar”.

Hoy con la entrada Triunfal de Jesús a Jerusalén, celebramos que por su muerte y resurrección el Señor enjuagará toda lágrima de los ojos y ya no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni trabajo, porque las cosas primeras han pasado» (21, 3-4). De tal forma los Santos Padres afirman: que el: «camino de las lágrimas, pavimentado con arrepentimiento, sufrimiento, pasión, purificación, conduce al misterio de Dios y por lo tanto a la salvación.

Jesús también lloró

María Magdalena llora cuando le lava los pies a Jesús con sus lágrimas y Pedro llora cuando se da cuenta de su traición cuando canta el gallo. Pero las lágrimas más preciosas son ciertamente las de la Virgen: las de una madre por su Hijo y por cada uno de sus hijos. Son las lágrimas que en este momento ella vierte por nosotros.

El significado cristiano de las lágrimas

El Papa Francisco explicó las lágrimas de Jesús de esta manera: «Solamente cuando Cristo lloró y fue capaz de llorar, entendió nuestros dramas», porque «ciertas realidades solo pueden verse con los ojos limpios de lágrimas» (Viaje Apostólico a Filipinas, 18/1/2015).

Por esta razón, en estos días santos no tengamos miedo de llorar por nuestros pecados; llorar porque al contemplar el dolor y sufrimiento de Cristo, podemos experimentar que nadie nos ha amado como Él y si Dios ha llorado, también tú y yo podemos llorar sabiendo que Él nos comprende.

El llanto de Jesús es el antídoto contra la indiferencia ante el sufrimiento de mis hermanos. Ese llanto enseña a sentir como propio el dolor de los demás, a hacerme partícipe del sufrimiento y las dificultades de las personas que viven en las situaciones más dolorosas». (Vigilia de oración «Secar las lágrimas», Basílica Vaticana, 5/5/2016).

En estos días tan dramáticos, la gracia de saber llorar se convierte en una oración aún más sentida e indispensable. En las palabras del Papa Francisco: «Señor, que yo pueda llorar contigo, llorar con tu pueblo que está sufriendo en este momento. Muchos lloran hoy.

Y nosotros, desde este altar, desde este sacrificio de Jesús, de Jesús que no se avergonzó de llorar, pedimos la gracia de llorar».

Éste es el tiempo para abrazarnos a la cruz y poder hacer nuestro el misterio de la Redención humana, que pasa por la cruz de la enfermedad y la muerte de tantos de nuestros seres queridos.

Hay muchas pandemias a lo largo de la vida del ser humano, pero tal vez la peor de todas ellas sea la del desamor que trae consigo la injusticia y la muerte.

Si nos ha llegado una pandemia de virus perniciosos hagamos crecer otra pandemia más fuerte, de amor que alivie y cure nuestra debilidad y contrarreste tanto sufrimiento. Que la entrega de Jesús haga de nosotros criaturas nuevas, un Panamá nuevo.

Termino contándoles una anécdota:

Había una vez un burro vanidoso y este burro llegó a su casa muy contento, muy feliz, y no dejaba de sentirse orgulloso. Su mamá le preguntó: ‘Hijo, ¿por qué estás tan contento y altivo?’.

A lo que el burro vanidoso responde: Ay mamá, sabes que cargué a un tal Jesucristo, y cuando entramos a Jerusalén todos me decían: Viva, viva, salve… viva, viva… y me lanzaban flores y ponían palmas de alfombra’. “Entonces la madre le dijo: Vuelve otra vez a la ciudad, hijo, pero no cargues a nadie, promete que no cargarás a nadie más’.

“Al otro día el burro vanidoso fue, y de regreso venía llorando y muy triste, demasiado triste, y le dijo a su mamá: Ay mamá, no puede ser, no puede ser’. Ella le preguntó: ‘¿Qué te pasa, hijo?’.

Mamá, nadie se fijó en mí, me echaron del lugar, pasé desapercibido entre las personas y hasta me echaron de la ciudad’.

“La mamá se le quedó mirando y le dijo: ‘Eso te pasó, hijo, porque usted sin Jesús… ¡es solo un burro!’. Sin el Señor Jesús no somos nada, absolutamente nada. Contempla la pasión de Cristo y de los hermanos y allí encontraras la Salvación. Amén.

Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta sino en el bien que podemos hacer, es cierto que puede costarnos amar, y hago un paréntesis, cuidémonos de la violencia doméstica, e intrafamiliar que está sucediendo en estos días. Es cierto puede costarnos amar, perdonar y cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad. Todo esto puede parecernos un vía crucis, el quedarnos por amor a los demás en casa, pero el camino del que sirve es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida.

También hoy, EL Papa Francisco volvió a mencionarnos por segunda vez a este hermoso país de Panamá. Y recordaba el PAPA Francisco que hoy les correspondía a los jóvenes de Panamá traspasar la cruz a los jóvenes de Portugal. Y les decía a ustedes en particular jóvenes “en esta jornada que hace más de 35 años que está dedicada a ustedes, miren a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días, no son los que tiene fama, dinero, y éxito, si no los que se dan así mismo para servir a los demás. 

 Joven siéntete llamado a jugarte la vida, no tengas miedo de gastarla por Dios y por los demás, la acatarás por que la vida es un don que se recibe entregándosela y porque la alegría más grande es decir sin condiciones SÍ al amor, como lo hizo Jesús en la cruz por nosotros. 

Reiteramos hermanos, nosotros sin el SEÑOR no somos nada.

Te invito para que en esta semana contemples la pasión de Cristo, contempla la pasión de los hermanos, y ahí encontrarás la verdad   la salvación y la redención.

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos por Panamá -Quédate en casa.

  JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ

 

 

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