La alegría de servir a los demás

La alegría de servir a los demás

Hace 40 años, en la parroquia Cristo Redentor de San Miguelito, se registró un hecho histórico, la celebración de la primera Ordenación de Diáconos Permanentes de la iglesia panameña, y este acontecimiento fue recordado por el Arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta.

Sus palabras fueron expresadas, antes de iniciar la ceremonia de ordenación de tres diáconos permanentes: Roque Fidel Alvarado Muñoz, Fidel Vladimir Fossatti, José Aristides Cortés, el pasado domingo 17 de diciembre, en esa misma parroquia.

Ayer como hoy, la ordenación diaconal es signo de bendición y crecimiento, y así lo manifestó el Arzobispo de Panamá. En su homilía resaltó que era motivo más que suficiente para estar alegres. “Tres hermanos nuestros han descubierto su otra vocación de servir ya no solo a su familia sino a la comunidad cristiana de la que han salido”, indicó.

Señaló que el ministro diacono está llamado a vivir la triple funcionalidad por medio del Espíritu Santo. En primer lugar tiene el oficio de proclamar la Palabra de Dios, e instruir y exhortar al pueblo. Por otra parte, tiene el oficio de santificar, sobretodo, en la administración del sacramento del bautismo, en la distribución de la Eucaristía, en la asistencia y bendición de los matrimonios, en presidir el rito de los funerales y de la sepultura.

Como lo ha expresado en otras ordenaciones diaconales, monseñor Ulloa reiteró que los diáconos permanentes no son sacerdotes, y también les recordó que su principal atención está en no descuidar a sus familias.

Al finalizar la ceremonia de ordenación el recién ordenado diácono, José Aristides Cortés, agradeció la presencia de familiares y amigos.

El diaconado permanente

Para el padre Marlo Verar, Vicario del Diaconado Permanente, la ordenación diaconal es signo de avance en el camino de crecimiento de los fieles, quienes pueden ejercer en diversos ministerios, como lo han hecho estos tres nuevos diáconos permanentes que han estado muy ligados al trabajo pastoral de la parroquia y quienes son testimonio de unidad familiar.

El diácono permanente experimenta una doble sacramentalidad, advirtió el padre Verar. Uno es el sacramento del matrimonio y el otro es el sacramento del orden en el grado de diácono, por eso se habla de la doble sacramentalidad del diácono casado.

Aspirantes al diaconado

Dentro del programa de formación está la dimensión académica, también se evalúa el aspecto pastoral. Son cuatro años de formación y se va mirando sus actitudes, tanto la parte humana, como la espiritual.

La familia del diácono permanente juega un rol importante, reconoce el Vicario. “Desde el propedéutico hacemos mucho énfasis en el acompañamiento de la esposa, los hijos, en el trabajo pastoral”.

Fue enfático al señalar que es importante continuar la formación y la comunión entre los hermanos diáconos y sus familias. “El Arzobispo hace mucho énfasis en esto de la comunión. Un diácono que no asiste a retiros y no se reúne con su cuerpo colegiado, se cuestiona mucho el ser de ese diácono”.

Exhortó a los laicos que tienen un interés en formarse como diácono permanente acercarse al párroco quien es el que debe recomendarlo para el proceso de discernimiento. Luego pasa a la propia formación en la Universidad Católica Santa María la Antigua.

Para ser ordenado, la pareja debe tener al menos 10 años de casados, y 35 años de edad. Una vez ordenados, son los párrocos los que manifiestan su deseo de tener en su parroquia a un diácono permanente. “Creemos mucho en una iglesia ministerial, rica en los servicios y los carismas”, acotó el padre Marlo Verar.