Mucho ha cambiado nuestra sociedad, desde cuando se entendía que el tener un hijo era siempre una buena noticia, que era dado por Dios y por lo tanto había que acogerle. Ciertamente los niños no vienen con el pan bajo el brazo, pero no dejaban de representar un motivo de seguir luchando, una razón para creer en un futuro mejor, un signo de alegría en el hogar. Pero ya no es así, o al menos no lo es en la mayoría de los casos.
Las estadísticas nos muestran un crecimiento de la población mayor, con pocos nacimientos, por lo que el reemplazo es cada vez más insuficiente. Si esto sigue así, en el futuro habrá muchos pensionados y pocos cotizantes, aumentarán los ancianatos, importaremos más mano de obra extranjera, cerraremos más escuelas, etc. Todo esto por una sencilla causa, hay menos nacimientos.
Son muchas las parejas que sacrifican la maternidad por el status, un hijo cuesta, y no es el dolor de parto; otros crían mascotas, y con eso se consuelan; otros casos prefieren tener carro, viajes, etc. En otro orden de pensar, hay quienes piensan que “parir” es una imposición machista, y por lo tanto luchan por ejercer su derecho a no “servir de gestadora” del nuevo ser.
Cuando en los años sesenta y setenta se inician las primeras políticas antinatalistas, todos pensaban que la solución al problema de la pobreza era que las mujeres pobres no tuvieran muchos hijos, entonces, menos niños por familia era igual a mayor riqueza, más posibilidad de estudio, etc. Otro engaño, el sistema estaba mal, pues menos niños, lo único que logró fue que los ricos se sintieran tranquilos pues no tenían que ocuparse de políticas sociales que repartieran los bienes, esto nunca fue la solución. Y me perdonan los que piensan lo contrario, pero 50 años después aumenta la pobreza, aunque con menos hijos, la riqueza sigue concentrada en las manos de unos pocos.
Junto a estas situaciones están los derechos que algunos grupos defienden como derechos de las mujeres, algunos son derechos inventados que no guardan ningún respeto con la ley natural, como el derecho al aborto. Entiendo que lo que digo causará asperezas, pero sin ser mujer, puedo decir algo. No es un derecho. Matar, eso es el aborto. Y aunque sectores de la sociedad que se declaran progresistas, libres pensadores, que acusan a la iglesia de retrógrada y se pasean por el mundo defendiendo el derecho a matar, defiendan el aborto como un derecho, un ejercicio a la libre decisión, a la posesión del cuerpo, a no dejarse dominar por la cultura machista que las obliga a un modelo de mujer que debe “parir”, y tantas cosas más, lo que hacen es promover el homicidio, y yo los acuso de eso.
Cuando una mujer vive el aborto, todo su ser sufre, hay secuelas psicológicas, físicas, y espirituales. El aborto genera una herida, que, aunque logre sanar, siempre estará. Esto no es fruto de condicionamientos sociales, esto es un dolor que llevan dentro. Y por más que los grupos pro aborto digan que no pasa nada, que eso es “un quiste”, no es así, la mujer lo siente muy adentro, y vivir con ese dolor puede ser insoportable.
Por eso cuando se toman decisiones políticas anti natalidad, tengamos cuidado de no estar generando mujeres destrozadas. Cuando uno de estos libres pensadores, desde sus oficinas pagadas con dinero de organismos internacionales, que viven en barrios exclusivos, que se la pasan haciendo “lobby” en recepciones importantes, que siempre están hablando de Panamá como un país atrasado y conservador, acusando a la Iglesia de tener influencia en la población, y así nos presentan.
Cuando una mujer que ha abortado viene a compartir su dolor, me golpea el ver cómo ha podido llevar semejante carga. Los que promueven el aborto no las recogen, y se olvidan de ellas. Cuando te cuentan de clínicas “clandestinas” que -por unos dólares- “hacen el aborto”, nos cuestionamos en qué sociedad vivimos.
Hemos perdido mucho. Por eso la fiesta de la Presentación, es la fiesta de la alegría por el niño que viene. Jesús no fue planificado, igualmente fue recibido con alegría, sus padres eran pobres, pero un hijo siempre es un don de Dios. Seguro que iban a faltar muchas cosas, pero lo que no faltaría era amor.
Cada día estamos más solos, eso pasa mucho en países muy modernos, la gente tiene de todo, pero para qué, no hay niños, tiene que venir a nuestros países a adoptar. Los parques están limpios porque no hay niños que los usen; ¿eso es lo que queremos?
María recibe la noticia de parte del ángel, concebirá y dará a luz un hijo. Esa es la buena noticia. Entonces porqué aplicar en Panamá fórmulas de control de natalidad traídas de países con crisis social y poblacional, fórmulas que no responden a nuestra cultura, a nuestros valores y a nuestra tradición, y por qué no a nuestra fe. Panamá es un país cristiano, o al menos eso decimos, entonces, ¿un niño es o no buena noticia?
Que el Señor Jesús, concebido en el vientre de María nos ayude a entender que toda vida es buena y vale la pena. Que nos dé la sabiduría para no tomar el lugar de Dios, Señor de la Vida, y hagamos de nuestra sociedad una sociedad que favorezca la vida en todas sus formas, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.
Mons. Manuel Ochogavía Barahona / Obispo de Colón – Kuna Yala