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La catequesis al servicio de la maduración personal de la fe

La catequesis al servicio de la maduración personal de la fe

La acción catequética es un servicio, y un servicio que buscar educar a unos hombres concretos. El catequista realiza su tarea, atento no sólo al mensaje del evangelio sino al hombre a quien catequiza.

Comisión Arquidiocesana de Catequesis

Esta atención al hombre empieza por conocer a los cristianos de su grupo catequético: conocer su modo de ser, sus circunstancias personales, sus experiencias humanas más profundas, su entorno familiar, el ambiente y medio en que viven.

Qué importante es para un catequista conocer, por ejemplo, cómo ha tenido lugar en concreto el despertar religioso de un niño en la familia. Qué importante, igualmente, es estar atento a los interrogantes concretos y a las experiencias hondas del joven o adulto de su grupo.

En esta misma línea es fundamental que el catequista conozca no sólo el presente del cristiano sino también su pasado, para poder integrarlo en el proceso de la catequesis. En efecto, no sólo el niño viene a la catequesis con unas vivencias religiosas más o menos hondas, adquiridas en el seno familiar. También el joven y el adulto llegan a ella con una biografía religiosa determinada.

El catequista ha de procurar que todo ese pasado rico y ambiguo sea tenido en cuenta por el cristiano para discernirlo, purificarlo, asumirlo y reorganizarlo a la luz del Evangelio. Este conocimiento de los destinatarios llevará al catequista en la medida de lo posible a establecer un diálogo con cada uno de ellos, no dudando en ser generoso en el tiempo que les dedique.

El servicio de educar en la fe del catequista no se detiene en las personas aisladas. Educa también la relación concreta que se va estableciendo entre ellas, es decir, la vivencia comunitaria del grupo catequético. El catequista ha de conocer la dinámica concreta de su grupo, las tensiones que surgen, cómo va madurando, los momentos dinamizadores, la situación de cada miembro en la dinámica grupal.

Su función como catequista es facilitar que esa vivencia comunitaria vaya creciendo y madurando, movida por ese motor vitalizador que es el amor fraterno. Procurará también no crear un grupo cerrado sino abierto a las necesidades humanas y religiosas de los hombres del entorno concreto.

Dios llama a la tarea de catequizar, a través de la imprescindible necesidad de robustecer la fe que tiene toda comunidad cristiana. En efecto, tanto el primer anuncio del Evangelio como la catequesis están al servicio de un mensaje que no surge, primariamente, de las necesidades interiores del ser religioso del hombre, sino que viene de Dios.

Luces.  En un mundo progresivamente secularizado, que no ofrece apoyos a la fe y a la vida cristiana, son muchos los cristianos necesitados de una fundamentación de su fe mediante un proceso catequético de formación cristiana integral. «Una minoría de edad cristiana y eclesial no puede soportar las embestidas de una sociedad crecientemente secularizada» (Juan Pablo II en Granada, 5-XI-1982).