“El Ministerio de la Palabra es el elemento fundamental de la evangelización. La presencia cristiana, en medio de los diferentes grupos humanos y el testimonio de vida, necesita ser esclarecida y justificada por el anuncio explícito de Jesucristo, el Señor.”
Para que los valores del Reino, como la fraternidad, la importancia de lo pequeño, la personalización de las relaciones, la apertura a las necesidades de los demás, la atención a los más débiles y el esfuerzo por la tarea bien hecha, puedan ser eficazmente anunciados, tienen antes que vivirse en el ámbito de la catequesis. Por eso, el catequista ha de procurar vivir antes que explicitar.
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Es una labor delicada enseñar a discernir la presencia del Reino, ya que este se encuentra mezclado con otras realizaciones que son anti-Reino. Habrá que confrontar esos signos con el evangelio, para comprobar que el Reino está presente, aunque amenazado; que hay que tener paciencia para no arrancar el trigo con la cizaña, y aprender a vivir esperanzadamente las tensiones que nos rodean.
La catequesis del Reino se esforzará también en poner de relieve qué testigos del Reino han sobresalido a lo largo de la historia, pasado y actual. En cualquier época, más que grandes figuras, se encuentra gente sencilla y sin relieve, con la que a veces se convive sin caer en la cuenta de su verdadera envergadura en el seguimiento de Jesús.
La catequesis ayudará a realizar progresivamente compromisos por el Reino: saber respetar a los demás; ser responsable en el cumplimiento de los deberes familiares y profesionales; buscar el bien común en la participación en la vida pública; cuidar la naturaleza y el medio, fomentar la estabilidad de la familia; perseguir la ética y el servicio a la verdad en los medios de comunicación; ejercer la solidaridad con los pueblos del tercer mundo; fomentar la convivencia y la cultura genuina de cada pueblo.
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La catequesis ha de ayudar al catequizando a salir de su situación de inmanencia (preocupación sólo por lo material), a ponerle ante la presencia de aquel que está por encima del hombre, del tiempo, del mundo; aquel que lo trasciende todo. Sólo desde una respuesta de adhesión libre a Jesús el hombre puede descubrir su propia trascendencia.