Los estudiantes de teología que llegaron a Portobelo con tantas preguntas, se tropezaron con un muro de secretos. Descubrieron que la devoción al Cristo Negro está rodeada de misterios.
Por ejemplo, al “Santo” lo visten solo 12 hombres del total de 120 que lo cargan, por turnos, durante la procesión; ninguna mujer, ni nadie más, puede verlo “desnudo”.
Así, muchas otros elementos permanecen velados al mundo. ¿Por qué tanto secreto? ¿Por qué los cantos y oraciones que se hacen durante la procesión están en ese libro antiguo que solo una anciana del pueblo conserva?
Cimarrronaje
La respuesta puede estar en el origen mismo de la devoción al Cristo Negro, que coincide con las revueltas de los negros esclavos, conocidos como cimarrones.
Sostiene la historiadora Carmen Mena García que uno de los lugares de la América Hispana donde el cimarronaje adquirió mayor virulencia, fue la región del Istmo de Panamá durante el siglo XVI, particularmente entre 1549 y 1582.
Después de esta última fecha, aunque las rebeliones de los negros no desaparecieron, se limitaron a “minúsculas partidas de asaltantes en la ruta Panamá-Portobelo’, según afirma Alfredo Castillero Calvo.
Ese era el ambiente cuando surge la devoción al Cristo Negro de Portobelo, en 1658.
Trabalenguas y ritos secretos
Los negros encontraron una manera de enfrentar esta dura realidad de violencia y sometimiento: la cultura, especialmente aquellos registros lingü.sticos deliberadamente controlados y herméticos que excluyen a los no adeptos, y que hoy apenas entendemos como curiosidad folclórica.
A todo esto se le llega a conocer hoy como “criptolecto”, y los expertos destacan como excepcionales los afrohispánicos de los negros congos de Colón y sus “juegos”. Sus expresiones orales no son más que dialecto o jerigonza que impiden su comprensión por parte de los no iniciados.
Hermetismo
Esa tendencia al hermetismo se torna pues, en característica del hombre y la mujer esclava, así como de sus descendientes. El secreto es su escudo y su espada. De ahí el éxito y sobrevivencia de sus tradiciones, todas marcadas por la circunspección y el control de los ritos y las palabras.
La devoción al “Negro” está acentuada por esta característica. Sus actividades preparatorias y de rereligiosidad popular no son abiertas
y claras. Todo lo contrario, se destaca el control de la información y
la existencia de cofradías, matronas y jerarquías compuestas por un reducido número de iniciados.
Así, apenas son pocos quienes atienden el servicio de atavío de la imagen, la costura de sus vestimentas y la confección de velones y flores de cera, así como el contenido de ritual y lo que se podría denominar rúbricas durante la procesión.
Todo esta reserva y reticencia es legado de aquella característica de los negros congos. En los juegos rituales de los congos, se reproducen los momentos más importantes de las rebeliones de negros, así como los carnavales antiguos, cuando durante los días festivos los esclavos se vestían con la ropa desechada de los amos, y gozaban de una libertad relativa. El secreto, pues, los hace libres.