La esperanza es la contraseña del cristiano

La esperanza es la contraseña del cristiano

En su mensaje de fin de año, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, Arzobispo de Panamá, señala que 2020 ha sido un año muy duro, y llama a encarar el nuevo año 2021 llenos de esperanza.

Queridos hermanos y hermanas:  

El 31 de diciembre y 1 de enero son fechas propicias para la reflexión personal y también para pensar en la realidad, más aún este año que finaliza y que fue marcado por la pandemia. 

Dejamos atrás un año muy duro, muy difícil, y encaramos uno nuevo, insospechado, pero que queremos llenar de esperanza. Porque no caminamos solos, caminamos con Dios que es Emmanuel: “Dios con nosotros”. Es el misterio que llevamos celebrando ocho días como si fuera uno solo, con júbilo, alabanza y fiesta en el Señor.  

Por eso, en el primer día de este nuevo año, empezamos a escribir, los nuevos renglones de un año más de nuestra existencia. Con el corazón agradecido, levantamos el ánimo y acogemos como nuestra la bendición que nos ofrece el libro de los Números: “Que el Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz”. 

Comenzar el año haciendo memoria de la bondad de Dios en el rostro maternal de María, en el rostro maternal de la Iglesia, en los rostros de nuestras madres, nos protege de la corrosiva enfermedad de la orfandad espiritual, esa orfandad que vive el alma cuando se siente sin madre y le falta la ternura de Dios.  

Esa orfandad que vivimos cuando se nos va apagando el sentido de pertenencia a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios. Esa orfandad que gana espacio en el corazón narcisista que sólo sabe mirarse a sí mismo y a los propios intereses y que crece cuando nos olvidamos que la vida ha sido un regalo —que se la debemos a otros— y que estamos invitados a compartirla en esta casa común. 

Mensaje central
  • Comenzar el año haciendo memoria de la bondad de Dios en el rostro maternal de María, en el rostro maternal de la Iglesia.
  • A lo largo de sus 12 meses podremos encontrarnos con dificultades de todo tipo.  Pero no estamos solos. ¡Somos hijos de Dios!
  • NUEVO AÑO. Tenemos motivos suficientes para alegrarnos y esperar que Dios bendiga nuestro país, haciendo prosperar la paz en torno nuestro.  

La pérdida de los lazos que nos unen, típica de nuestra cultura fragmentada y dividida, hace que crezca ese sentimiento de orfandad y, por tanto, de gran vacío y soledad. La falta de contacto físico (y no virtual) va cauterizando nuestros corazones (cf. Carta enc. Laudato si’, 49) haciéndolos perder la capacidad de la ternura y del asombro, de la piedad y de la compasión.

La orfandad espiritual nos hace perder la memoria de lo que significa ser hijos, ser nietos, ser padres, ser abuelos, ser amigos, ser creyentes. Nos hace perder la memoria del valor del juego, del canto, de la risa, del descanso, de la gratuidad.  

Celebrar a la Santa Madre de Dios nos recuerda que tenemos Madre; no somos huérfanos, tenemos una Madre. Confesemos juntos esta verdad.  Por eso los cristianos tenemos motivos mucho más plenos para alegrarnos y esperar que Dios bendiga nuestro nuevo año, haciendo prosperar la paz en torno nuestro.  

“Todavía nos esperan meses difíciles, pero que sea frataerno, acogedor y de apoyo mutuo”. 

El Hijo de Dios se ha hecho hombre en el seno de la Virgen María, para que nosotros los hombres, seamos hijos adoptivos de Dios, no esclavos.  Esa es la mejor perspectiva del año que empieza.  A lo largo de sus 12 meses podremos encontrarnos con dificultades de todo tipo.  Podremos caer enfermos, sufrir, etc.  Pero no estamos solos. ¡Somos hijos de Dios! Por esta razón no perdemos nuestra esperanza. 

Que este mensaje nos anime a comenzar un nuevo año con confianza, sabiendo que todavía nos esperan meses difíciles, pero que, si trabajamos juntos, nuestro horizonte puede ser más fraterno, solidario, acogedor y de apoyo mutuo. 

Que cada mañana nos levantemos con el ánimo de ser hombres y mujeres nuevos, constructores de la paz, y amantes de la justicia.