Hace unos días escuchando la predicación del sacerdote, me di cuenta de que muchos creemos que somos buenos y no es así. Él explicaba, refiriéndose a la parábola del buen samaritano, cómo muchas veces vemos al hermano desangrándose y no hacemos nada por él. El término es un poco fuerte, y no se refería solamente a algo físico sino al hecho de que muchas personas están tan llenas de problemas, que pueden llegar a sentirse así, y nosotros no hacemos nada. Fue allí en donde utilizó esa frase que es el título de este artículo: “hay que pasar de lo ritual a lo esencial”. Y ¿qué es lo esencial mi buen amigo lector? El prójimo.
A veces nos enfocamos tanto en los ritos y en lo ceremonial, que olvidamos precisamente al hermano que nos necesita. La religión debe ser algo más que una oración o una festividad religiosa. Debemos pasar de los ritos a la acción.
Hay tanta gente que está sufriendo y necesita tan sólo de una palabra de aliento, un abrazo, un acompañarle en sus dificultades, que la pregunta que deberíamos hacernos es ¿dónde estamos cuando un hermano necesita de nosotros, de nuestro afecto y apoyo? Y es que muchas veces lo dejamos allí desangrándose del dolor, de la soledad, de la tristeza. Somos incapaces de darles esperanza, porque estamos enfocándonos en lo ritual, mas no en lo esencial.
Apreciadísimo amigo lector, no basemos nuestra religión sólo en los ritos, tradiciones y costumbres, porque tendríamos entonces una religión a medias. Sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor y nos daremos cuenta de que hay gente que nos necesita, y una buena forma de hacer de nuestro prójimo lo esencial es practicando las obras de misericordia. Que así sea.