Los católicos y las elecciones

Los católicos y las elecciones

Los fieles laicos somos miembros a título pleno de la Iglesia. Nuestra vocación es distinta a la de sacerdotes y consagrados. Estamos llamados a participar en primera persona en la transformación del mundo según Cristo, viviendo nuestra identidad cristiana en medio del mundo.

El proceso electoral es el momento adecuado para hacer que nuestra fe se vuelva inteligencia de la realidad, es decir, que la fe nos ayude a descubrir cómo debemos ejercer nuestro derecho al voto. Siendo fieles a Cristo, descubrimos una guía en los valores que brotan de la humanidad renovada por Él.

El seguimiento de Cristo nos descubre una ética objetiva, racional, razonable y respetuosa. Frente a las elecciones, nuestra conciencia necesita hacer un triple ejercicio para saber «por quién votar»: tomar en cuenta el ideal de vida que buscamos como cristianos; descubrir el mal y su gravedad donde lo hallemos; realizar todo el bien que podamos en las circunstancias en las que vivimos.

Quienes escribimos este manifiesto consideramos que —como católicos— debemos ir a votar con toda seriedad, tomando en cuenta que hay valores que están fuera de cualquier negociación.

Los católicos podemos dar nuestro voto con entera libertad al partido y candidato que, sin contradecir nuestras convicciones morales y religiosas, mejor responda al bien común.

Los católicos tenemos obligación de ser coherentes con nuestra fe en público y en privado. Traicionamos nuestra fe si votamos por un partido o candidato que atente —de manera explícita o encubierta— contra la ética cristiana.

Podemos dar nuestro voto a candidatos que, a través de su historia o su ideología: a) respetan la dignidad de la vida humana desde la fecundación y hasta la muerte natural; b) respetan la verdad sobre el matrimonio: unión duradera y justa entre un varón y una mujer abiertos a la transmisión de la vida; c) respeten la identidad de la familia a través de acciones que protejan el interés superior de los hijos.

Los católicos debemos buscar honestidad en nuestros futuros gobernantes. Exigir que usen con probidad los fondos públicos, combatan con firmeza al crimen organizado —especialmente al narcotráfico—, y sean implacables contra la corrupción, los privilegios y el enriquecimiento inexplicable.

Los católicos, si somos fieles a Jesucristo, debemos apreciar principalmente a quienes se comprometan al respeto al Estado de Derecho, a la justicia social y la paz.

Los católicos debemos beneficiar con nuestro voto a quien consideremos más capaz de ofrecer una educación integral, abierta al descubrimiento de los verdaderos valores, sin ocultar partes de nuestra historia y sin manipular o controlar a los maestros, quienes merecen ejercer su vocación con entera libertad.

Los católicos sabemos que la política es importante pero también sabemos que la política no salva. Con esta perspectiva, estamos llamados a discernir para elegir.

Un voto razonado es un voto que supera la mercadotecnia y los recursos cosméticos para lograr descubrir la verdad detrás de cada candidato y partido. Un voto libre es aquel que, buscando la ver-dad y el bien posible, no se deja presionar por la dádiva, la amenaza o la conveniencia de grupo. Un voto responsable es el que se ejerce el día de la elección y se cuida a través de la vigilancia ciudadana constante del ejercicio del poder.

Sin pretender otra cosa que manifestar públicamente nuestras certezas nos atrevemos a compartírtelas para la re-flexión personal, familiar y comunitaria.