Desde aquella vez, que el ángel le dio el anuncio de que llevaba dentro de su vientre al Salvador del mundo, ella dio su respuesta generosa y decidida, quizás sin pensar en el qué dirán o pasará en el futuro. Ella solo se entregó a la voluntad de Dios.
Nosotros los jóvenes hemos recibido nuestro anuncio tal vez no por medio de un ángel, pero si por un familiar, amigo o compañero de la escuela o trabajo para hacer la voluntad de Dios.
Pienso que cuando decimos «Sí» al plan de Dios, al principio todo es bonito, alegre y hasta fácil, sentimos que vivimos en las nubes con Dios, pero ¿qué pasa cuando inician los problemas, situaciones difíciles y que no entendemos? Ese “Sí” deja de ser como el de María, sin medidas y se convierte en un «más o menos». Perdemos la fuerza del “hágase” y dudamos de las promesas dadas por Dios para nosotros. Pero al igual que María, somos contemporáneos en la edad y fue fiel a Dios, no compró un «seguro de vida» solo creyó y se dio por completo a al plan y el tiempo de Dios.
Con la presencia de María y los discípulos se creó una Iglesia en salida, que ama y acoge a todos sus fieles.
Nosotros jóvenes, motivados por el Espíritu Santo, haríamos un mundo lleno de alegría, amor y servicio en base a Dios y al prójimo. Esa Joven se ha convertido en Madre nuestra, para acompañarnos en el camino de la esperanza y recordarnos que Jesús que Resucitó y vive entre nosotros.