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María es nuestro modelo de perfección

María es nuestro modelo de perfección

Prof. Montgomery A. Johnson Mirones, ocds

Los primeros Carmelitas, desde el siglo XI, se hicieron llamar los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, y como amigos fuertes de Jesucristo Nuestro Señor, en unidad de oración, Aquel que sabemos nos ama (parafraseando a Santa Teresa de Jesús). Además de su rol protagónico en la historia de salvación y de nuestra Iglesia, queremos resaltar los valores de María, como Maestra, la discípula perfecta de Jesús.

En ese hogar sagrado de Nazaret, los recursos habrían sido limitados. En esa austeridad, María se obligó a valorar lo que su labor, y la de su esposo San José producía. Esta Sagrada Familia no fue de lujos ni de vítores públicos, sino más bien de bajo perfil, al punto de dar a luz en un pesebre. El ejemplo que nos muestra María como maestra es esa humildad que conlleva la nobleza de la vocación del magisterio.  Démosles gracias a todos los maestros que calladamente, y muchas veces con herramientas metodológicas adquiridas con sacrificio, nos han formado académicamente y en valores para llegar a ser los profesionales que somos hoy. María jamás se vanaglorió tampoco de ser la Madre de Dios, sino que siempre se mantuvo detrás de su Hijo, el Rey.

María y su esposo fueron ejemplos de obediencia, no solo a Dios sino también a las leyes civiles.  Fueron a empadronarse al censo, justo antes de dar a luz, presentaron el Niño Jesús en el Templo. De esta manera, le moldearon al Niño Jesús el valor de la obediencia y rectitud, para darle sentido a nuestras tradiciones cristianas y lo que nos hace ser buenos ciudadanos.  No hay huellas escritas en el Evangelio de cómo específicamente educó a Jesús, sin embargo, ciertamente fue con el ejemplo y la meditación.

Ella fue líder, motivadora y servidora de los demás, tal como lo hace un buen maestro también.  En las Bodas de Caná, no fue una mera invitada más, sino que se dispone en actitud de servicio y buena anfitriona, le avisa a su Hijo que no hay vino, y lo inspira a realizar su milagro. María estaba pendiente de las necesidades del prójimo.  Este también es un ejemplo de la alegría que debe revestir al maestro. Al ser invitada a esta boda, también nos da muestra de alegría, esa alegría que nos dice San Juan Bosco que es signo de santidad también.

En la Visitación, María pudo quedarse en su casa, ella también estaba embarazada, pero aun así se dispone a visitar a su prima Isabel. De esta manera puso al prójimo de primero. Jesús replica estos pequeños gestos con grandeza divina cuando nos dice “vine a servir, no ser servido”. Los maestros somos servidores de la juventud, y junto a la familia, hacemos sociedad.

La unidad también es ejemplificada por María y José. Cuando Jesús se les había perdido, y lo encontraron a cabo de tres días, María da señal de unidad familiar, cuando le dice a Jesús “tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Esta también es una lección para los Padres de Familia –primeros maestros-, siempre educar de forma consistente y coherente, sin excluir la autoridad del otro.

Aunque Jesús ciertamente no estaba perdido, porque Él sabía exactamente lo que estaba haciendo, María y José pasaron días de desesperación al no saber dónde estaba Jesús. El hecho aquí es que igual Jesús se les separó de sus padres. Esto es señal que a los niños hay que dejarlos ser niños, sin sobreprotegerlos, pero claro, en un ambiente controlado. Hay que dejarlos caer y cometer errores. De estos se aprenden y nos hacemos más fuertes, aparte que nos da autonomía para vivir de forma independiente.

Con María –Madre, Hermana y Maestra- tenemos el ejemplo perfecto del cristiano, y a ella nos encomendamos para inspirarnos, ya que, aunque en nuestra lista de asistencia no tenemos a Jesús de Nazaret, lo tenemos en el corazón, queremos ser como Él, y María nos lo enseñará.