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Misericordia en la calle: el Jubileo que transforma vidas

Misericordia en la calle: el Jubileo que transforma vidas

La Eucaristía del Jubileo de los Hombres y Mujeres de Calle reafirmó el llamado a vivir la fe con gestos concretos de amor.

 

Por Marianne Colmenárez

“Jesús nos dice claramente que al final de la vida seremos juzgados por nuestro amor al prójimo”, con estas palabras, Monseñor José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá, inició su homilía en la Eucaristía del Jubileo de los Hombres y Mujeres de Calle, celebrada a las afueras del Centro San Juan Pablo II, ubicado en Calidonia.

En una misa que llevó el altar a las afueras del centro, se vivió un encuentro de fe con quienes son atendidos en esta obra de misericordia.

Concelebraron los sacerdotes Adrián Alonso, vicario de la parroquia Cristo Rey; Mario Geremía, misionero scalabriniano; y el diácono Fernando Juárez.

Monseñor Ulloa destacó en su mensaje la importancia de las obras de misericordia, recordando que la fe sin obras es una fe muerta.

 

“Ser cristiano no es solo rezar y asistir a misa, sino amar a los demás con hechos concretos”, enfatizó, invitando a los fieles a transfigurar los rostros lacerados por la indiferencia con gestos de amor y compasión.

 

Guillermo Tribaldos, ex primera figura del Ballet Nacional de Panamá y actual beneficiario del albergue asegura que, “este centro le salva la vida a tanta gente.

Guillermo Tribaldos, agradecido con Dios y con la Iglesia.

Llegué con parálisis, pero gracias a esta obra de misericordia y a sus relaciones con el Hospital Santo Tomás, hoy tengo una nueva oportunidad de vivir. Me operaron y cuidaron de mí”.

Aseguró que, “Dios dijo que no venía a buscar a justos, sino a quienes realmente lo necesitamos, y eso es lo que hace la Iglesia, por medio del Centro San Juan Pablo II”.

Tribaldos también hizo un llamado a la solidaridad: “Un paquete de pañales, una pasta de dientes, una bolsa de comida… todo es necesario”.

La misericordia es para todos, sin excepciones.

La hermana Neusa Mariano, superiora general de las Misioneras Scalabrinianas, en su visita a Panamá, expresó que sentía una alegría muy grande al estar presente en esta apertura.

“Quienes servimos en la Iglesia, vivimos con los más pobres, la experiencia de la providencia y de la vulnerabilidad”. Junto a misioneras y misioneros de esta congregación dedicada a migrantes y refugiados, los agentes de la Pastoral de Movilidad Humana y voluntarios del Hogar Luisa que estuvieron presentes, también reafirmaron su compromiso con los descartados de la sociedad.

 

El abrazo de paz logró unir a las personas, sin importar su origen, ni realidad actual.