Misioneros en salida

Misioneros en salida

Esta es una semana para amar y dejarse amar. La invitación que nos hace Jesús en los Evangelios es atender más el amor presente, que el pecado del ayer. Así es Él, Sumo Bien, todo Perdón, brazos abiertos que nos abarcan a todos.

Como en las parábolas amorosas (lo oveja y la moneda perdidas; el hijo pródigo y otras) nos corresponde ahora a nosotros amar: abrazar al otro y, sin preguntar ni querellar, aceptar al hermano que vuelve; al hijo que necesita calor; al padre que lucha contra su alcoholismo y retorna al hogar pidiendo misericordia; al amigo que nos ha traicionado y ahora nos busca con una disculpa en sus labios.

Hoy en día, cuando parece que las cifras se han invertido y ya no es una la oveja perdida, sino 99 las extraviadas, se hace necesario más amor, más comprensión, más del doble del cariño y la ternura.

Esta semana, pues, dejaremos a la oveja solitaria que parece segura bajo el techo de la Iglesia, y saldremos a la periferia — tal como recomienda el papa Francisco— a buscar a las 99 que se han extraviado. Hemos de convertirnos en «misioneros en salida», de brazos abiertos, inquietos por conquistar el corazón de las perdidas con nuevas y creativas maneras amorosas. El Sumo Pontífice bien nos ha dicho que no se vale el argumento de conservar los restos para justificar el no salir a la calle al encuentro de las mayorías.

Pero tampoco servirá de mucho volverle a presentar lo mismo, aquello de lo que ellos han querido alejarse. La fórmula ya nos la dio Cristo cuando estuvo entre nosotros. Amar, amar y amar hasta el extremo. No hay otra manera de conquistar corazones. Volvamos al origen, y el origen es el Amor.