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Nazarín: un sacerdote joven que no encaja en el sistema

Nazarín: un sacerdote joven  que no encaja en el sistema

“Nazarín” es una novela de Benito Pérez Galdós, que fue llevada al cine por Luis Buñuel en 1958. Pero, perdón, debo de estar hablando griego antiguo para la mayoría de ustedes. Es cosa de viejos mencionar cosas de nuestros años jóvenes y parecernos natural que todos estén enterados. Benito Pérez Galdós fue un novelista español del siglo XIX y Luis Buñuel un director de cine del siglo XX. 

Ambos posiblemente sólo sean conocidos por una selecta minoría, que ya peina abundantes canas o que ya no tiene pelos que peinar. De ello, la culpa no la tienen ustedes, jóvenes y adultos jóvenes. La culpa la tiene el nuevo giro que está tomando el sistema educativo con su énfasis en lo tecnológico, con detrimento de lo humanista. Por mucho tiempo, el ideal humanista en la educación era crear hombres libres capaces de vivir en una sociedad libre. Actualmente, parece que el ideal es crear humanos robotizados que sean piezas útiles en la gran máquina productiva del mundo. Ojalá que, cuando se alcance el ideal del hombre-pieza productiva, quede aún algún filósofo heterodoxo que, al menos, se pregunte: ¿producir qué? Y ¿producir para qué?

Luis Buñuel nació en Calanda, Teruel, España, en 1900. Él mismo confiesa que, de niño fue muy religioso y piadoso, tanto como para jugar a celebrar misa. Luego, entrada la adolescencia, las lecturas y los nuevos amigos lo llevaron a perder la fe y llegar a ser, como él mismo lo dijo, “ateo, gracias a Dios”.

No soy psicólogo ni especialista en crítica cinematográfica, sólo me atrevo a opinar que el profundo sentimiento religioso de su niñez va a aparecer en sus películas como la expresión de la amargura de no haber encontrado en la realidad de la vida, la hermosura y grandeza que vivió en la religiosidad de su niñez. En ello, ¡miserere nostri, Domine!, hemos tenido mucha culpa, los curas y los frailes acomodados, burgueses, “de misa y olla” convertidos en meras piezas usadas por un sistema aprovechado y opresor. Ciertamente que hay excepciones, ¡gracias a Dios!, pero, lo malo se nota más. Esta imagen quizá no describe a nuestro clero criollo, pero es mejor curarse en salud. Siempre está la tentación de la vida cómoda y asegurada.

En toda obra de arte aparece lo que su autor quiso expresar, pero, ya materializada, la obra va a ser interpretada según el entendimiento, el sentimiento e incluso el instinto del que la contemple o la escuche.

En Nazarín, Buñuel propone su ideal del sacerdote, verdadero seguidor de Cristo y presenta una crítica al clero de su tiempo. La jerarquía no aparece. Se hace sentir a través de decretos que otros deben ejecutar. Aparece el cura que vive su vida tranquila y sin preocupaciones entre su misa y la taza de chocolate que tan bien le sabe preparar su hermana que le acompaña en la rectoría. Don Nazario (Nazarín) es un sacerdote joven que no encaja en el sistema. No se adapta a la vida de la parroquia. Tiene problemas con la jerarquía a causa de su modo de ser. Vive en una posada entre gente miserable y de mal vivir. Le roban y se aprovechan de su bondad. No quiere poseer nada y todo lo espera de la Providencia. Es suspendido ‘a divinis’ y se ve obligado a irse al campo a buscar trabajo para subsistir. Mujeres fanáticas lo tienen por santo. Finalmente es tomado preso, pero, por ser sacerdote lo llevan a una cárcel especial. Nazarín ve toda su vida como la de Cristo. Al final, yendo ya solo con un guardia hacia su cárcel especial, una campesina le ofrece por piedad una piña. Nazarín la rechaza y sigue adelante, pero reflexiona y vuelve a recibir la piña. 

La película termina así abruptamente con la escena de la piña; pero quizá la clave de toda la película esté en esta escena final; pero es como un acertijo que debe resolver el espectador. 

 Nazarín tampoco era un sacerdote como Cristo. Carecía de la virtud que debe de estar en la base no solo de la vida sacerdotal sino de la vida de todo cristiano: la humildad. Nazarín estaba orgulloso de no ser como los demás y de no necesitar de los demás. La piña lo hizo comprender.