Preparación para recibir al Señor

Preparación para recibir al Señor

El Señor no tiene prisa de que estemos con Él, sí de que aprendamos a relacionarnos con nosotros mismos, entre nosotros y con Él y su designio. La mejor preparación para recibir al Señor, para que sepamos es-tar con Él, y aprovechemos su visita es la de sabernos amados por Él y la de amar como Él nos ama (Mt 13, 34-36). El Señor que viene, al que hacemos todo preparativo para recibir en esta JMJ es quien nos enseña el camino, Él es el camino, Él es el modelo y ejemplo de la vida que desea para todos. Es una invitación a “salir de sí mismos, “para entrar” en el amor que Dios nos ofrece, que Él nos promete”: “Jn 15,9:

“Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor”. Es claro que su deseo es nuestra felicidad, nuestra alegría (Jn 15, 11; 16, 24). La obediencia en el amor a uno mismo o el amor al prójimo, piden tiempo para amar a Dios ahí donde Él mismo pide y se hace manifiesto. La llamada del Señor a Pedro es “atiende a mis ovejas”, sirve a mis hijos, déjame a Mí. Si se cruzan estos dos amores atiende el bien del prójimo, como lo hace el Samaritano, y verás que no existe extravío en el amor a Dios. Este es el Dios de nuestra fe, el que mira con buenos ojos que sirvas al prójimo en su necesidad si en ese momento lo pide Dios, que a Él tenemos toda una eternidad para servirle, y tiene toda una eternidad para esperar-te. Los que han recibido la verdadera espiritualidad del amor a Dios, ¡qué poco descanso pueden tener si ven que pueden servir un poquito a alguien! (Sta Teresa).

Trabajo para preparar el alma al encuentro con Dios

Es nuestro deseo en Panorama Católico ayudar en esta preparación de la vida interior. Proponemos, en clave orante, para el ejercicio personal y comunitario, y de animadores, dos fórmulas para ejercitarnos en “el despojo de lo que Dios nos pide”, para ir con corazón limpio, libre y amado, al encuentro de quien viene a nosotros y sabemos nos ama, Cristo.

  1. Señor me dispongo a entregar lo que me pides, y de mi parte de corazón te pido:

Recibe, Señor, mis miedos y transfórmalos en confianza y valentía. Dame el don de la valentía para ser y hacer lo que hoy me pides.

Recibe, Señor, mis sufrimientos y transfórmalos en crecimiento, en ofrenda de amor y de paz en bien de los demás.

Recibe, Señor, mi silencio y transfórmalo en adoración. Que no tenga miedo a hablar, a darme a Ti, a acudir a lo que me pidas.

Recibe, Señor, mis crisis y transfórmalas en madurez, en fortaleza de alma, en oportunidad de dar testimonio y crecer en lo que esperas de mí.

Recibe, Señor, mis lágrimas y angustias, y transfórmalas en plegarias, en espacios para acercarme más a Ti, y ser camino para el encuentro contigo.

Recibe, Señor, mis odios, mi ira, mi rencor, mi resentimiento, y transfórmalos en intimidad, en reencuentro contigo, en oportunidad de amar como Tú me haces saberme amado.

Recibe, Señor, mis desánimos, mis des-ilusiones y transfórmalos en experiencias de fe, esperanza y caridad.

Recibe, Señor, mi soledad y transfórmala en contemplación de tu presencia.

Recibe, Señor, mis amarguras y transfórmalas en paz del alma. RECIBE, SEÑOR, mi muerte y transfórmala en vida, en resurrección.

  1. Al aceptarte, Señor, necesito y deseo “salir de las periferias que por mi fragilidad y descuido he amordazado mi alma”, por eso con amor y con compromiso te pido: haz de mí un instrumento de tu misericordia, de tu paz, de tu salvación. Quiero ser y hacer, lo que Tú me pidas. Por eso con humildad te digo:

Señor, bendice mi mente para que no sea indiferente ni insensible, sino solícito a las necesidades de mi prójimo.

Señor, bendice mis ojos para que reconozca en el que sufre tu rostro, y me conduzca a la luz y a los tesoros interiores.

Señor, bendice mis oídos para que oigan las voces que suplican, que escuchen y respondan a los mensajes de quien no sabe expresarse con palabras.

Señor, bendice mis manos para que no permanezcan cerradas ni frías, sino que transmitan calor y cercanía hacia quien necesita una presencia amiga.

Señor, bendice mis labios para que no pronuncien frases vacías, sino que expresen comprensión y gentileza que nacen de un corazón que ama. Amén.