“Que el espíritu nos libre de toda turbación de aquellos que ponen e imponen la fe”, Monseñor José Domingo Ulloa

“Que el espíritu nos libre de toda turbación de aquellos que ponen e imponen la fe”, Monseñor José Domingo Ulloa

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Hoy el Arzobispo de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, inició su homilía agradeciendo a los agricultores a los hombres del campo por su trabajo diario, y salió en su defensa porque muchas veces víctimas de los intermediarios que son los que sacan provecho. 

Y como San Isidro es el patrono de los agricultores dijo que podemos pedirle que quite el agua, las tristezas, tibieza, mediocridades de nuestro día a día, y ponga el sol, de la alegría, de la fe, el sol que nace de sabernos entrañablemente amados y llamados a dar fruto.

 También oró por la comunidad lasallista de Panamá y todos los docentes y estudiantes del país, que luchó para que la educación fuera un derecho universal, inclusive para los pobres. Recordó que San Juan Bautista De La Salle se percató de lo importante que era poder contar con educadores competentes; y en ello empeñó toda su vida.

Respecto a la Palabra de hoy, partió de la Primera Lectura, del Libro de los Hechos de los Apóstoles. Dijo que los apóstoles escriben a cristianos que procedían del paganismo: “Hemos sabido que algunos de nosotros, sin haber recibido ningún encargo, han venido a turbarlos con discursos que han trastornado vuestros ánimos”.

Comentó que estos cristianos, como decía hoy el Papa, provenían de entre los paganos, habían creído en Jesucristo y recibido el bautismo. Estaban felices. Habían recibido el Espíritu Santo. Del paganismo al cristianismo, sin ninguna etapa intermedia.

Sin embargo, entre los cristianos procedentes del judaísmo, defendían que “si uno era pagano, primero debía hacerse hebreo, un buen judío, y luego hacerse cristiano, y estos cristianos no lo entendían y se preguntaban si no hacemos esto: ‘¿Somos cristianos de segunda clase? o ¿Es que la resurrección de Cristo no ha dado cumplimiento la antigua Ley y la ha llevado a una plenitud todavía más grande?’. Estaban turbados y tenían muchas discusiones entre ellos.

Aquellos judaizantes “la perfección del camino para seguir a Jesús era la rigidez. Se debe hacer esto, esto, esto… Esta gente, manipulaban la conciencia de los fieles, y los hacían volverse o rígidos o se marchaban”. Y aprovechando este espacio, Monseñor Ulloa criticó aquellos sacerdotes, religiosas, y laicos que son como soldaditos de plomo, uniformados.

Con firmeza señaló que muchas veces la rigidez no es del buen Espíritu, porque pone en cuestión la gratuidad de la redención, la gratuidad de la resurrección de Cristo porque donde hay rigidez, no está el Espíritu de Dios, porque el Espíritu de Dios es libertad. 

“Por el contrario, la respuesta de los Apóstoles ante la turbación de aquellos cristianos les devuelve la alegría y la libertad del Espíritu”, explicó tras indicar que “los apóstoles se reunieron en este Concilio y al terminar escriben una carta donde ponen obligaciones más morales de buen sentido, de no confundir el cristianismo con el paganismo, y abstenerse de la carne ofrecida a los ídolos, etcétera”.

“Al final, los cristianos que estaban turbados, ‘leyeron la carta y se alegraron al recibir aquel aliento’, comentó Monseñor Ulloa. Pidió para que el espíritu nos ayude a discernir los frutos de la gratuidad evangélica de los frutos de la rigidez no evangélica, y nos libre de toda turbación de aquellos que ponen e imponen la fe.

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla del Seminario Mayor San José.

VIERNES V de PascuaMons. José Domingo Ulloa M.

Hermanos y hermanas:

Saludo a todos los agricultores a los hombres del campo, a la Parroquia San Isidro de Capira y la Parroquia Sagrada Familia del Valle de San Isidro que lo tiene como copatrono. Oramos por la comunidad lasallista de Panamá y todos los docentes y estudiantes del país.

Al principio del cristianismo había tiempos de paz y tiempos de persecución, y también tiempos de turbación.

Esa turbación estaba causada por actitudes rígidas por parte de algunos cristianos, actitudes que llevan a los apóstoles a escribir la carta que figura en la Primera Lectura, del Libro de los Hechos de los Apóstoles.

En ella, los apóstoles escriben a cristianos que procedían del paganismo: “Hemos sabido que algunos de nosotros, sin haber recibido ningún encargo, han venido a turbarlos con discursos que han trastornado vuestros ánimos”.

“Estos cristianos”, decía hoy el Papa, “que provenían de entre los paganos, habían creído en Jesucristo y recibido el bautismo. Estaban felices. Habían recibido el Espíritu Santo. Del paganismo al cristianismo, sin ninguna etapa intermedia”.

Sin embargo, entre los cristianos procedentes del judaísmo, defendían que “si uno era pagano, primero debía hacerse hebreo, un buen judío, y luego hacerse cristiano.

“Y estos cristianos no entendían esto y se preguntaban si no hacemos esto: ‘¿Somos cristianos de segunda clase? ¿Es que la resurrección de Cristo no ha dado cumplimiento la antigua Ley y la ha llevado a una plenitud todavía más grande?’. Estaban turbados y tenían muchas discusiones entre ellos”.

Aquellos judaizantes “Habían reducido la Ley, el dogma, a una ideología: ‘Se debe hacer esto, esto y esto’. Una religión de prescripciones. Y con esto eliminaban la libertad del Espíritu. Y la gente que lo seguía era gente rígida, gente que no se sentía cómoda. No conocía la alegría del Evangelio”.

Para ellos, “la perfección del camino para seguir a Jesús era la rigidez. Esta gente, manipulaban la conciencia de los fieles, y los hacían volverse o rígidos o se marchaban”.

Por ese motivo “repito muchas veces y digo que la rigidez no es del buen Espíritu, porque pone en cuestión la gratuidad de la redención, la gratuidad de la resurrección de Cristo”.

La rigidez se ha repetido a lo largo de la historia: “Pensemos en los pelagianos, en estos rígidos famosos. Y también en nuestros tiempos. Hemos visto algunas organizaciones apostólicas que parecían bien organizadas, que trabajaban bien, pero todos rígidos, todos iguales uno al otro, y luego hemos sabido de la corrupción que había dentro, incluso en el fundador”.

“Donde hay rigidez, no está el Espíritu de Dios, porque el Espíritu de Dios es libertad.

Por el contrario, la respuesta de los Apóstoles ante la turbación de aquellos cristianos les devuelve la alegría y la libertad del Espíritu: “Los apóstoles se reunieron en este Concilio y al terminar escriben una carta que empieza así: ‘Nos ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros, no imponeros más obligaciones’. Y ponen estas obligaciones más morales de buen sentido, de no confundir el cristianismo con el paganismo: abstenerse de la carne ofrecida a los ídolos, etcétera”.

Al final, cuando estos cristianos que estaban turbados, ‘leyeron la carta y se alegraron al recibir aquel aliento’. De la turbación, a la alegría. 

Pidamos hoy que el espíritu nos ayude a discernir los frutos de la gratuidad evangélica de los frutos de la rigidez no evangélica. Y que nos libre de toda turbación de aquellos que ponen e imponen la fe, la vida de la fe bajo las prescripciones casuísticas, y prescripciones que no tienen sentido.

Del Evangelio de hoy se pueden sacar muchas enseñanzas. Una lo que es el verdadero amor. Otra, lo que es el verdadero amigo. El amor es más fácil de experimentar que de describir. Es la esencia del mensaje de Jesús y todavía no lo hemos captado del todo. Muchas veces nos perdemos en las caricaturas del amor que nos ofrece el mundo.

Quizás, por nuestras limitaciones, al momento de entender el amor:  Jesús prefiere más que decirnos qué es el amor, ponerse Él mismo como modelo y así nos manda: “ámense los unos a otros, como yo los he amado”.

Y ¿cómo nos ha amado Jesús? Cuando éramos pecadores y esclavos de la maldad, Él ya nos amaba; cuando nos íbamos lejos, Él siempre nos amó y cuando estamos cerca también nos ama.

Jesús también nos da a conocer cuál es la medida del amor: “nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”. La medida es el amor sin medida, hasta dar la vida.

Jesús hoy también nos asegura que es Él quien gratuitamente nos ha escogido como amigos, no hemos hecho nosotros nada para ser dignos de esa amistad, pero sí podemos corresponder a esa amistad y sí podemos cumplir su mandamiento de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.

Hoy celebramos que San Isidro y San Juan Bautista de la Salle, de esos amigos del maestro de los que habla el relato de Juan, de este viernes de mayo.

Isidro que en vida era siervo, por Jesús es considerado amigo y puede mostrarle su intimidad, lo más íntimo de su amor misericordioso. San Isidro es de los que, elegido para dar fruto, da fruto abundante, ¿qué mejor premio para el labrador?  y ¿qué mejor premio para nosotros?

Como presbítero, como religioso ante la falta de vocaciones, me he preguntado en numerosas ocasiones por la infecundidad aparente de mi ministerio, y otras tantas veces he rogado al Señor que me ayude a ser amigo verdadero para poder dar fruto y fruto abundante, sin embargo, este no es sólo un reclamo para mí, lo es para todos, porque la amistad con Jesús es una llamada a la santidad y el dar fruto es también misión de todos.

Hoy podemos pedirle a San Isidro Labrador, quite el agua, las tristezas, tibieza, mediocridades de nuestro día a día, y ponga el sol, de la alegría, de la fe, el sol que nace de sabernos entrañablemente amados y llamados a dar fruto.

Los santos y las santas no son seres extraterrestres que aparecen en nuestro planeta, sino hombres y mujeres de carne y hueso, con cuerpo y alma. Y en esta tierra que pisamos ellos y ellas alcanzaron la meta de la santidad, porque, a pesar de sus flaquezas y miserias, lucharon -ayudados por la gracia divina- para mantenerse siempre fieles a Dios, amándole de todo corazón.

Por eso cada santo, cada santa es un regalo de Dios para la Iglesia, y que la esposa de Cristo -la Santa Iglesia- lo pone como ejemplo para que le imitemos en la fidelidad y amor de Dios, así como su lucha contra las tentaciones y pasiones, y en su esfuerzo para hacer el bien.

Hoy la Iglesia quiere que nos fijemos en San Isidro. Él siguió el camino que Dios le había trazado. Su vida fue santa porque supo encontrar a Dios en los deberes cotidianos, familiares y profesionales. Bien entendió las palabras del Señor: Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura (Mt 6, 33).

Desde esa perspectiva, también recordamos a San Juan Bautista de La Salle que hemos de recordarlo en primer lugar como un precursor que continúa siendo «maestro de los educadores».

Mucha enseñanza nos ha ofrecido San Juan Bautista de La Salle, y una de las formas de amar fue el afirmar y luchar para que la educación fuera un derecho universal, incluso para los pobres y los desheredados y que la escuela fuera una empresa exigente que requiere maestros bien preparados.

También se distinguió por ser un reformador audaz, cuyo empeño, en sus acciones y en sus escritos lo dedicó a la formación de los maestros.

San Juan Bautista De La Salle se percató de lo importante que era poder contar con educadores competentes; y en ello empeñó toda su vida. Se convirtió así en el Padre de la Formación de Maestros y en el Fundador de una Congregación dedicada exclusivamente a la educación, los Hermanos de las Escuelas Cristianas, conocidos también como Hermanos De La Salle.

San Juan Bautista no fue un teórico soñador de programas, sino un organizador práctico y, a la vez, profundamente preparado.

Organizó la enseñanza en forma novedosa introduciendo la pedagogía del amor y del testimonio: «Quieren que sus alumnos practiquen el bien? Practíquenlo también ustedes». San Juan Bautista insistía, en que es mejor un buen ejemplo que un bello discurso. Y decía: «Aquellos que hablan de Dios, deben aplicarse a hablar con Dios».

Dar la vida no significa sólo «morir» por los hermanos. Dar la vida significa gastar nuestra propia vida como lo hizo San Isidro y San juan Bautista de la Salle, para que sean felices los que viven juntos a mí.

Significa que cada mañana debo preguntarme cómo puedo hacer para no ser una carga para los que viven conmigo. Significa soportar sus silencios y sus «malas caras», aceptar los límites de su carácter, no extrañarse de sus contradicciones ni de sus pecados. Significa aceptar a mi prójimo tal como es, y no tal como debería ser.

Pidamos hoy, a estos dos grandes santos, la convicción de que la práctica del mandamiento del amor es lo que hará nuevo al mundo, y que este es nuestra verdadera contribución como creyente.

Amemos unos a otros, porque solo amando seremos discípulos y seguidores de Jesús

El cristianismo debe ser escándalo para el mundo. Estamos queriendo poner fuerza, exigir que nosotros, cristianos, cambiaremos el mundo, pero no hay cambio en el mundo:  si los cristianos no se aman, si los discípulos de Jesús no se aman los unos a los otros con aquel amor que el Maestro nos amó. No hay discipulado de Jesús, si los discípulos de Él no sabemos lavarnos los pies unos de los otros.

Cada vez más, en nuestro medio, creamos divisiones, separaciones, peleas, confusiones y falta de comprensión en nombre de Jesús. Basta ver las confusiones que hacen en nombre de Él por causa de dogmas, verdades, porque cada uno se cree dueño de una verdad.

Muchas veces nos ponemos la máscara de la religión, la cruz en el pecho, el velo en la cabeza, símbolos; creamos post en las redes sociales, hablamos alto y gritamos en nombre de Jesús, pero el mandamiento del amor es cada vez más asesinado.

Si queremos ser amigos de Jesús y permanecer en Él, hagamos lo que Él nos manda. Y la primera cosa que Él nos manda, por encima de todas las cosas, más importante que predicar, hablar, cantar y enseñar, es amar. Amemos unos a otros porque solo amando seremos discípulos y seguidores de Jesús.

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ