Reflejando el amor de Dios en el aula

Reflejando el amor de Dios en el aula

Perfil del educador católico

  • Es servidor de los demás, así como Jesús. No está en la escuela para que le sirvan, sino que pone sus dones al servicio de los demás en la comunidad. 
  • Es buen compañero, no es egoísta ni es dueño de la verdad. Ayuda a sus colegas a aprender y enseñar eficazmente, es solidario, no murmura con otros.
  • Se nutre de la Palabra y de los Sacramentos. Lleva el gusto de Dios al salón de clases, y contagia a sus estudiantes de sed y hambre de Dios. 

Prof. Montgomery A. Johnson Mirones

El Día del Educador Católico, que coincide con la fecha de nacimiento de Don Bosco, un 16 de agosto de 1815, toma a Don Bosco como maestro de juventud, su disciplina con amor, su cercanía con los jóvenes reflejó en ellos el amor y la alegría de vivir en santidad, cercano de corazón con Jesús.

Los maestros y profesores somos educadores, aunque me gusta más ir en el sentido más integral de ser “formadores”, pero en esta oportunidad agregamos un sufijo de ser “católico”. Como lo indica esta palabra, es universal. Incluye a todos los docentes que son católicos, sin distingo del plantel o institución donde trabajen. También a quienes profesen otras religiones o creencias, aunque sacramentalmente no hagan comunión con nuestra Iglesia, su vocación y perfil no dista de la nuestra.

Muchos se preguntarán ¿cuál es la diferencia entre celebrar el Día del Maestro y el Día del Maestro Católico? Pues ahí está la respuesta, puesto que debe haber características que nos distingan, sino no se celebraría. Veamos algunas de estas, que encajan en un perfil bastante amplio.

El maestro católico evangeliza. Esta tarea no es exclusiva del clero, ni de los catequistas o maestros de Religión. El maestro evangeliza porque lleva el amor de Dios al aula de clase, se inspira en el mensaje que nos da el Evangelio que no pide amar al prójimo, “ir y enseñar”, lleva la oración al salón, la verdad y muestra el camino a Jesús. Es sembrador de semillas de vida, de fe y esperanza.

El maestro católico es discípulo misionero de Jesús. Se nutre de la Palabra y de los Sacramentos. Lleva el gusto de Dios al salón de clases, y contagia a sus estudiantes de sed y hambre de Dios. Desde el aula (presencial o virtual) anuncia buenas noticias, comparte las virtudes teologales. Ve al aula, lugar donde se manifiesta el altísimo, y este se hace instrumento para atraer a sí más almas. Para ser misionero, se debe formar y autoformar constantemente. No solo en asuntos de su propia especialidad, pedagogía, sino ser buen alumno de la Iglesia, Madre y Maestra.

El maestro católico es dedicado en esparcir alegría y esperanza. En su apostolado lleva la alegría de la santidad a los jóvenes. En esa alegría también está el amor, y el amor viene de Dios. Se involucra en la transformación de la sociedad, moldeando la juventud como barro el alfarero con el barro. Se dedica a formar, personas antes que todas las cosas, estos luego serán ciudadanos y profesionales. Pero sin ser personas –con valores-, estaríamos carentes de lo que nos hace imagen y semejanza de Dios. También transforma vidas para reflexionar y volcarnos al bien propio y del prójimo.

El maestro católico es una persona que da testimonio de vida, más con hechos que con palabras. Su disciplina es con amor, ningún alumno en riesgo es insalvable. “La dulzura en el hablar, en el obrar y en reprender, lo gana todo y a todos.”, como decía Don Bosco. No es que el maestro católico tiene vedado enojarse, pero una cosa es mostrar rabia y otra un disgusto. Se puede educar y salvar todas las situaciones, si hay amor. Este no es alcahueta, sino sincero, lleva un mensaje de bien. Se gana más hablando con un estudiante, que reprendiéndolo y mucho menos si se hace en público. El maestro católico pone el ejemplo de lo que quiere ver en sus pupilos. 

Para resumir, el maestro católico imita a Jesús, el Buen Pastor de sus ovejas.