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Selva darienita: peligros y desafíos de un sueño por cumplir

Selva darienita: peligros  y desafíos de un sueño por cumplir

El papel de la Iglesia católica y de las instituciones que apoyan de manera mancomunada es vital para miles de niños, jóvenes, y adultos que pasan semanas y hasta meses en nuestro país.

Yoel E. González Núñez

Recientemente las fronteras en Darién se abrieron para el traslado de miles de migrantes que sin importar los peligros a los que se exponen, cruzan la frontera con Colombia, con un solo destino, llegar a los Estados Unidos.

Vienen del mundo entero y, en medio de la pandemia, se han arriesgado a cruzar por estas fronteras: haitianos, cubanos, venezolanos, incluso de varios países de África o Asia, esperaron  durante meses la reapertura de las fronteras para continuar su camino.

Atravesar el extenso muro vegetal de 575,000 hectáreas que Panamá y Colombia comparten, no ha sido impedimento para ir por sus sueños de una vida mejor, aunque al intentarlo a muchos les cueste la vida. Llegan todos los días a Bajo Chiquito, un caserío indígena de Darién, situado a orillas del Río Turquesa muy cerca con Colombia.

ASISTENCIA. Las entidades brindan acogida en los albergues.

Las cifras migrantes

Entre enero y marzo 2021, según informes del Servicio Nacional de Migración, ingresaron 5,472 migrantes de distintas nacionalidades entre ellos 4,471 adultos y 1,001 menores de edad. Exactamente 3,715 hombres y 1,757 mujeres.

El mismo informe señala que de este total, proveniente de las Antillas, ingresó a suelo panameño 4,007, de América del Sur 640; de África 531, de Asia 270, de Europa 19 y  de América Central 5.

Después de que se registraran los primeros contagios por COVID-19 y la frontera entre Panamá y Costa Rica se cerró, aproximadamente 2,500 migrantes quedaron varados en tránsito, distribuidas entre Darién, en el sur del país, y en Chiriquí.   

Mirada desde la Iglesia

Clara Meza es misionera en el Vicariato Apostólico de Darién. Lleva un largo recorrido apoyando la atención de migrantes como enlace entre la Iglesia Católica y las entidades estatales que le brindan ayuda temporal y que en pandemia se vieron obligados a permanecer en suelo panameño.

La Iglesia católica en Darién no ha cesado de gestionar ayuda en alimentos, ropa y medicamentos, “se entregan 300 bolsas de alimentos mensualmente a los migrantes apostados en estos campamentos que han sido instalados para su atención”, asegura la misionera.

“Ha sido difícil para los misioneros de la iglesia darienita seguir al frente de la atención espiritual y humana, en esta región, precisamente porque los controles y las medidas de bioseguridad han cambiado debido a la pandemia”, asegura Meza.

TRATO. Son atendidos guardando medidas de bioseguridad.

Testimonios de migrantes

En Panamá, durante meses, se mantuvo a una población migrante varada en la ciudad y muchos de ellos llegaron al Hogar Luisa, un sitio que ofrece asistencia a esta población. Con las historias que cuentan los migrantes, se puede imprimir un libro con las penurias y vicisitudes que pasan los migrantes, fiel reflejo de un video de la periodista Laurence Cuvillier que hizo circular, Jorge Ayala, Director del Hogar Luisa. 

Precisamente, Vidalina Santos, trabajadora social del Hogar Luisa, explica en el reportaje que la atención actualmente es limitada dada la pandemia por las medidas sanitarias, y que como albergue se han visto limitados para seguir apoyando a quienes requieren alguna ayuda, pero siempre tratan de dar respuesta en las medidas de sus posibilidades.

Hannis Raddouan es migrante palestino, de profesión ingeniero, explicó que en su país no hay buenos salarios, y los profesionales se ven obligados a salir en busca de mejores oportunidades en América. “Desde hace tiempo yo decidí que tenía que salir a buscar otra nueva vida, por eso me tiré en esta aventura peligrosa”, dijo.

Juan Valencia, de nacionalidad colombiana, trata de regresar a su país.  Y es que llegó precisamente a Panamá cuando arreciaba los controles sanitarios. No ha podido lograr trabajar por no contar con permisos de trabajo, y se le agregaron sus problemas de salud, pues durante la travesía sufrió de picaduras de insectos, y sus piernas fueron las más afectadas y aún no se recupera.

Historias contadas a los medios

Una vez llegan a Bajo Chiquito, los migrantes son dirigidos a un campamento donde permanecen 14 días de cuarentena. Viven 460 indígenas, pero más de 600 migrantes de hasta 50 nacionalidades, conviven en carpas, a la espera de cupo en una barca para seguir camino.

Malika lleva 7 días aquí. Viaja junto a su padre Kulutwe, su tío Rofar y su mujer Sankhia, y los 6 hijos de éstos: Julio (16), Genesa (14), Israel (8), Mariam(6), Jetfay (3) y Jacob (1). Hace 4 años llegaron a Brasil desde Congo y Angola. En las favelas de Sao Paulo, donde nacieron los más pequeños, no encontraron prosperidad. Y decidieron moverse. Siempre juntos.

Janete es una superviviente del Darién, de tan solo 13 años, y es parte del número de migrantes que deciden atravesarlo.  Cifra que se multiplicó, pasando de 9,222 personas, en 2018, a cerca de 24,000 en 2019. Lo más preocupante es el incremento de niños, niñas y adolescentes que pasó de 522 a casi 4,000, de los cuales la mitad son menores de 6 años, según cifras oficiales.

Cuando estaba en la selva tenía mucha hambre. Todavía siento el dolor del hambre. Ni comiendo se termina. Yo pensé que iba a llegar a la ciudad. Yo pensaba que iba a comer una pizza con soda. Pero cuando yo llegué acá, a Bajo Chiquito, no había nada. Fue un alivio, pero decepción también”, explica Janete.

MIGRANTES. Senafront les apoya en el traslado al albergue.

Las autoridades

«Panamá es respetuoso del Derecho Internacional Humanitario, y así lo hemos demostrado durante esta pandemia. El año pasado se mejoraron los aspectos humanitarios y de estadía de los migrantes en Panamá», destacó el titular del Ministerio de Seguridad, Juan Manuel Pino, en declaraciones a los medios.

El ministro Pino precisó que existe en estos momentos un flujo controlado de aquellos migrantes que ingresan a Panamá, a través de la frontera en el Darién y en su paso hacia Costa Rica. Lo que se busca, agregó, es tener esa misma coordinación, con las autoridades colombianas.

Misión de organizaciones internacional

A lo largo de los últimos años, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ha acompañado al Estado panameño con la finalidad de fortalecer los espacios de coordinación local en la provincia de Darién y garantizar una gestión de la migración ordenada y segura, apegada a los estándares internacionales, brindando protección a las personas migrantes y a las comunidades de acogida. 

Ya desde dos años atrás se trabajaba el proyecto de establecer una mesa técnica intersectorial para la coordinación y gestión de las migraciones, pero este adquirió aún más relevancia con la crisis migratoria ocasionada por la pandemia.

La Mesa Técnica Darienita para las Migraciones se inauguró finalmente el 23 de marzo de 2021, con la aprobación del gobernador y la Junta Técnica, compuesta por 43 directores regionales de diferentes ministerios e instituciones estatales. Entre estos, destacan autoridades de los servicios de fronteras, migración, protección civil, salud y desarrollo social.  

Más de 23,000 personas ingresaron a Panamá durante la pandemia y 2,500 ha quedado varadas por meses.

Esta información fue suministrada por Idiam Osorio, Asistente Senior de Proyectos de OIM en Panamá,  confiado en que “la creación de un mecanismo de coordinación local nos permitirá continuar identificando acciones prioritarias, para el abordaje de la migración en la provincia, con todos los actores claves”.

Para el funcionario, esto se traduce en una buena práctica que busca, desde una perspectiva multidimensional, generar las sinergias necesarias para que la migración sea beneficiosa para todos los involucrados.