Estuve en una tertulia en casa de un buen amigo sobre el Cambio climático. Intenté exponer los conocimientos científicos que sobre esta cuestión existen actualmente, mostrando con diversas fuentes que considero de completa confianza (centros meteorológicos de EE.UU. y Europa, NASA, ESA, revistas científicas de indudable reputación), que se trata de un asunto serio, donde las convergencias son cada vez más claras y los impactos previsibles muy poco halagüeños. Requiere a mi juicio, por tanto, tomar medidas más contundentes para mitigar la principal causa de ese calentamiento del planeta, reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero y potenciando a la vez los sumideros naturales (bosques y océano).
Me llamó la atención cómo, tras los abundantes datos que ofrecí a los asistentes, seguía habiendo algunas personas -afortunadamente una minoría- que desconfiaba de todo lo que les había dicho: seguían pensando que el cambio del clima no es significativo o que no se debe a causas humanas, o que no hay necesidad de tomar medidas porque ya somos lo suficientemente listos para arreglar el problema cuando se ponga más serio. Escribo esta entrada no tanto por la cuestión en sí -que es indudablemente relevante- sino porque me parece que se trata de una tendencia bastante extendida en esta “sociedad de la información”. El acceso a la información en internet es una estupenda realidad, pero no es fácil discernir bien las fuentes. Uno puede encontrar opiniones dispares sobre cualquier asunto, pero no puede fiarse obviamente de todo lo que se “cuelga” en la red. Hay análisis basados en fuentes serias, en otras menos serias y en otras que no merecen más crédito que el anecdótico. Naturalmente cuando uno no es experto en algo, lo mejor es fiarse de los que lo son, o al menos de quienes trabajan en instituciones de prestigio o tienen como misión el trabajo en esa determinada cuestión.