Es natural que la distancia genera ansiedad, angustia y miedo, pero cuando se emprende un viaje en pareja este miedo se puede ver desde dos puntos de vista: Es un miedo compartido, pero también puede ser un miedo doble, puesto que iniciar una vida juntos en otro país podría ser una etapa un tanto difícil de superar, pues desplazarse
en pareja supone retos adicionales.
Nuevas rutinas de trabajo, costumbres, rasgos culturales son muchas de las modificaciones que conlleva esta etapa del matrimonio.
La clave será adaptar la vida en pareja y la vida individual, aunque para muchos puede sonar peligroso para la estabilidad de la relación, manteniendo el trato amoroso, paciente, solidario y tolerante, se puede salir victorioso de este difícil reto.
“Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente” Eclesiastés 4,12.
Un matrimonio unido en el mismo propósito, en el servicio a Dios y su Iglesia, recibirán sabiduría para tomar las mejores decisiones y la fortaleza para superar los retos conyugales.
La pareja tiene que tener claro, que aun en las diferentes circunstancias que pueda traer la separación física, existe una prioridad: Esta nueva realidad puede ser una excelente oportunidad para reencontrarse en el amor y la valoración de estar juntos. Propicia un espacio de aprendizaje emociona y reflexionar sobre el antes y después de la separación. La conexión espiritual se puede ver fortalecida.