Bajo un frondoso árbol en el patio de su austero hogar en Cerro Colorado de La Pintada, en medio de un armonioso silencio interiorano encontramos a la señora Hilaria Fernández.
Ella tiene más de 60 años, muchos de los cuales ha dedicado a la confección del sombrero pintado, esta valiosa pieza que es el complemento fundamental de la indumentaria típica panameña.
Con atenta mirada y ágiles movimientos manuales elabora con esmero el tejido llamado “crineja” que dará origen al afamado sombrero. Esta técnica que heredó de su madre le ayudó a sostener su familia compuesta por su esposo, trabajador de la agricultura y sus tres hijos.
Pese a que la confección de sombreros no es una actividad muy lucrativa para ella, persiste en el arte porque reconoce el valor del mismo para la cultura panameña. “Es un talento, un don que de Dios he recibido y me siento honrada al compartirlo”, expresó.
Así como la señora Hilaria, cientos de artesanos de diferentes edades dedican su vida a esta labor en todo el país, concentrándose un alto porcentaje de ellos en los distritos de Penonomé y La Pintada en la provincia de Coclé.
La Pintada fue declarada cuna del sombrero pinta’o por la ley N° 41 del 19 de abril de 2011.
La declaración de las técnicas artesanales de elaboración del sombrero pintao como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad es un merecido reconocimiento a los artesanos que se esfuerzan en vencer los múltiples obstáculos que existen para dar continuidad a este prestigioso símbolo de la cultura panameña.
¿Qué es el sombrero pintado?
El sombrero pinta’o es una fina artesanía panameña cuyo origen se atribuye a las comunidades indígenas del área de Toabré. No posee una datación cronológica precisa, pero en los inicios de la república se realizaron esfuerzos por promover el desarrollo de esta técnica artesanal a través de escuelas de sombrerería.
Algunos historiadores ubican su origen en lo que hoy es el área limítrofe norte de los distritos de Penonomé y La Pintada, provincia de Coclé.
Se elabora a partir de fibras vegetales conocidas popularmente como bellota, junco y pita, teñidas por extractos igualmente vegetales como la chisná y la chonta.
Su proceso de confección inicia con la cosecha y minuciosa selección de las fibras, su tratamiento que incluye secado y sumergimiento en lodo especial, el tejido que puede ser de tres tipos: crineja, tarcos y pintas y finalmente el cosido del sombrero.
Está compuesto por tres partes: plantilla, copa y ala. Su valor económico depende de la cantidad de vueltas que este posee, ya que a mayor cantidad de vueltas, más fino será el tejido.
Al ser adquirido directamente de manos de los artesanos su precio oscila entre los treinta y los mil quinientos balboas, aproximadamente.
Son muy cotizados por amantes del folclore, ya que son símbolo de galantería y prestigio en el hombre y la mujer del campo.
El pueblo pintadeño imprime su cultura en el acontecer cotidiano, es por eso que dada la cercanía de la gran Jornada Mundial de la Juventud ya se han popularizado los sombreros JMJ, llegando pedidos de diferentes regiones del país.