Lucas no nos cuenta las tentaciones en orden histórico, sino conforme a su contenido. Jesús es tentado con respecto a sí mismo (hambre en el desierto), con respecto a los reinos del mundo y con respecto a Dios.
En los versículos 1-4, Lucas vuelve al bautismo y al descenso del Espíritu Santo sobre Jesús. De esta manera, lleno del Espíritu, Jesús es llevado por el mismo Espíritu al desierto para ser tentado (40 días). Jesús dedicó su tiempo a la oración en ayuno para poder tener mayor concentración en ella. El diablo esperó el momento justo, cuando Jesús tuvo hambre. En estas condiciones, desafía a Jesús para que éste utilice su poder, pero el Señor lo rechaza. Se somete a la Escritura y muestra así confianza en su Padre, quien tiene el poder de dar cualquier alimento (como el Maná en el desierto).
En la segunda tentación (v.v.5-8), el diablo le muestra a Jesús los reinos del mundo. Jesús no impugna la verdad de que los reinos pertenecen al diablo; ya que el maligno tiene gran poder y mucha influencia en este mundo, lo cual le fue concedido por Dios debido al pecado. Jesús se somete de nuevo a las Escrituras y le respondió: “Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”.
En la última tentación el diablo utiliza también la Escritura (v.v.9-13); pretende provocar a Jesús para que confíe (en forma mal orientada) en las promesas de Dios. Al resistir a las tentaciones, Jesús demuestra ser el hijo verdadero y obediente de Dios. Al triunfar sobre las tentaciones del diablo, recibe un tiempo de respiro, sin ser tentado. No obstante, Satanás regresará con tentaciones aún más intensas.