El evangelio de este domingo nos ofrece dos sugerentes imágenes que resumen el espíritu y la misión de Juan el Bautista. Exhortaba a preparar un camino al Señor, al que estamos llamados hoy.
Por José-Román Flecha Andrés
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios” (Is 61,10). El tercer domingo de Adviento está siempre marcado por el signo de la alegría. El profeta proclama que Dios le ha puesto un traje de salvación y lo ha envuelto con manto de justicia. Con esas prendas se siente tan feliz como un novio que se prepara para celebrar su boda.
Pero su alegría no es solamente individual. Con una imagen muy sugerente, afirma él que, al igual que un jardín hace brotar sus semillas, así también el Señor hará brotar la justicia ante todos los pueblos.
Durante el tiempo de Adviento acompañamos a María en su estado de buena esperanza. En lugar del salmo responsorial, se recita hoy el canto con el que ella celebra el haber sido elegida por Dios: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”, (Lc 1,46-48).
San Pablo exhorta a los fieles de Tesalónica a vivir una alegría que nace de la oración y en ella se manifiesta: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar”, (1Tes 5,16).
La luz y la voz
El evangelio de este domingo tercero del Adviento nos ofrece dos sugerentes imágenes que resumen el espíritu y la misión de Juan el Bautista.
- “No era él la luz, sino testigo de la luz”. Los profetas habían vivido tiempos de oscuridad, anhelando la llegada de la luz. Juan había sido llamado y enviado a anunciar la aparición de la luz y para ser testigo de su resplandor. Ser testigos de la luz había de ser también la señal y la vocación de los que aceptaran al Mesías.
- “Yo soy la voz que grita en el desierto”. Los hebreos que tuvieron la fortuna de regresar a Jerusalén tras el exilio en Babilonia fueron exhortados a preparar en el desierto un camino al Señor. Juan se presenta ante su pueblo con la humildad de quien solo quiere ser una voz que en el desierto trata de preparar el camino del Mesías.
Damos gracias a Dios porque, a lo largo de los siglos, muchos han seguido el ejemplo de Juan. También en este momento de la historia abundan los profetas que anuncian el evangelio y nos ayudan a descubrir la acción de Dios en nuestra sociedad.
La presencia
En la predicación de Juan el Bautista sobresale la insistencia en anunciar la presencia del Mesías, que pasa inadvertida para las gentes de su pueblo.
- “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. La primera parte de la frase era muy importante. Aquel era el momento decisivo para descubrir que había llegado el tiempo mesiánico tan esperado. En medio de las gentes estaba ya el Mesías prometido.
- “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Muchas personas esperaban un mesías poderoso y triunfador. No estaban preparadas para reconocerlo como era en realidad. No recordaban que algún profeta lo anunciaba también como un perseguido y humillado.
- “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Pero aquella palabra de Juan el Bautista había de ser escuchada en todo tiempo y lugar. También hoy ocurre muchas veces que ignoramos el sentido de la salvación y la presencia del Salvador.
Señor Jesús, san Gregorio Nacianceno predicaba que Juan era una lámpara, pero tú eras la luz. Juan era la voz, pero tú eras la Palabra. Juan era el amigo, pero tú eras el esposo. Ayúdanos a reconocerte entre nosotros y escuchar tu mensaje.