,

El antídoto contra los abusos debe ser la formación como medida de prevención

El antídoto contra los abusos debe ser la formación como medida de prevención

Papa Francisco: “la mediocridad espiritual impide la conversión personal y, por tanto, solucionar los problemas que provoca nuestro pecado. Sin descernimiento espiritual serio ni compasión o misericordia, se continúa señalando a las víctimas como enemigos eclesiales y a sus agresores como imprudentes, a los que hay que tolerar sus transgresiones del celibato”.

 

Por Elizabeth Muñoz de Lao

En la Iglesia no hay que tener miedo ni vergüenza en alzar la voz por los abusos cometidos, y no solo sexuales. Es más, hay que visibilizar el abuso y también el abuso espiritual, expresó monseñor José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá.

Esta aseveración la hizo durante la conferencia que dictaran en la Curia Metropolitana la doctora María Inés Franck, presidenta del Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor (Ceprome) Latinoamérica, y secretaria ejecutiva del Consejo Pastoral para la Protección de Menores y Adultos Vulnerables de la Conferencia Episcopal Argentina. Asimismo, el sacerdote Daniel Portillo Trevizo, expresidente de Ceprome.

Ese alzar la voz contra los abusos es el reto que tiene hoy nuestra Iglesia, de no asumirlo, nos paralizamos, manifestó. “El Espíritu Santo ha estado ahí para exigirnos cuidado máximo con los menores de edad y ser vigilantes para que estas conductas no se repitan”, puntualizó.

Según la doctora Franck, para entender la manera en que la institución católica tuvo su implosión sobre este tema, hay que remitirse al año 2002, cuando en la portada del Boston Globe, en Estados Unidos, se informó que sacerdotes fueron acusados de abuso sexual, y que muchos fueron trasladados. Hubo un 10 % de ellos involucrados en estos actos.

 

Seminaristas también asistieron al conversatorio, así como religiosos y religiosas.

 

Pero este tipo de información no era nueva. Ya en 1980, había habido condenas contra sacerdotes por estos delitos.

Después del 2002, la Iglesia de Estados Unidos ordena un estudio que incluyó una investigación para saber las causas de estos abusos en la Iglesia. Fue un estudio sociológico y estadístico. Pero resultó que se banalizó la sexualidad.

Se hizo poco énfasis en la formación humana que traían los seminaristas y se demostró un profundo desconocimiento de las dinámicas del abuso sexual, de los azotes interiores y de las consecuencias en la infancia de las víctimas. “Se pensaba que al niño se le olvidaba”, explicó la doctora María Inés Franck. En realidad, se permitía todo, dijo, no había leyes y tampoco se captaban las señales de los afectados ni de los que causaban ese dolor. Se creía que las patologías presentadas por los niños, niñas y adolescentes, eran relacionados con sucesos de la infancia, y así continuaba el abuso.

Después de esto se fue tomando conciencia de una manera mucho más profunda. El estudio hace referencia a un concepto eclesial que permitía todo, que los niños estuvieran solos con adultos mucho tiempo, y mucho después vinieron las denuncias.

A partir de este estudio, Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Irlanda, Inglaterra, Australia, Sudáfrica, se pronunciaron y vino una especie de avalancha, tanto en la Iglesia como en la sociedad.

 

Mons. Ulloa: Desde la esperanza, y con realismo, hay que tomar conciencia de esta realidad.

 

Falta de rendición de cuentas

Por su parte, el sacerdote mexicano Daniel Portillo Trevizo detalló que durante las últimas décadas, ha habido abusos que han podido evidenciarse en etapas: la primera de ellas, perpetrados por clérigos contra menores de edad; la segunda, por  parte de nuncios, cardenales y obispos, ya sea por abuso sexual o por encubrimiento; la tercera, dentro del contexto de ambientes formativos, es decir, sacerdotes que abusaban de seminaristas; cuarta, el abuso contra las religiosas, y quinta, la etapa que se abre hoy, que es la necesaria rendición de cuentas.

Los abusos ya no son solo sexuales, contra menores de edad ni con un contenido netamente genital, sino que también existe una falta de rendición de cuentas.

Hubo un tiempo en que los sacerdotes que incurrían en estos delitos eran trasladados a las  “parroquias castigo”. Ahora se les exige a los obispos una mejor gestión y prevención.

Lo cierto es que muchas de las repercusiones entre las víctimas se enmarcan en la perspectiva psicológica, como la ansiedad, intentos de expresarse y no poder manifestarse, pero no siempre las heridas son patológicas como consecuencias del abuso, sino que se visualizan como circunstanciales o sistémicas.

Se entiende como circunstanciales cuando se sigue manteniendo al formador y al seminarista, por ejemplo, mientras que son sistémicas tomando en cuenta que la Iglesia no es responsabilidad solo de los sacerdotes o de las autoridades eclesiales, sino de todos los creyentes.

Y aquí entran las dinámicas de poder en nuestros ambientes y, frente a ello, se necesita establecer relaciones más sanas.

A veces, hasta la secretaria tiene una actitud de maltrato, y no hay rotación de los líderes en las parroquias, por lo que prevalece el “siempre se ha hecho así”, lo que entorpece la fuerza pastoral, manifestó Portillo.

 

Ante ello, hay que establecer códigos de conducta, protocolos y políticas de prevención en la Iglesia. Y estas políticas comienzan por lo más sencillo: a partir del buen trato. “Si todos nos tratamos bien, el que maltrata llama la atención”, enfatizó el padre Portillo.

 

En cuanto al abuso sexual, no es un hecho aislado, generalmente hay otros solapados, como el abuso económico, el de poder (que usa su posición para ejercer inapropiadamente el poder, como sacerdotes o docentes), el de conciencia (la manipulación), el espiritual (relacionado con las devociones) y el de confianza.

Todos estos abusos tienen un antídoto: la formación, del que forma y del que se está formando; el clérigo y el laico, destacó el padre.

Concluyó que la prevención es una melodía, pero no es de solistas. Se necesita una orquesta  y solo es real si participamos todos.

¿Y cuál es la principal motivación?  Justo aquel que nos pidió que cuidáramos a los niños.

 

Oficina para atender denuncias

Monseñor José Domingo Ulloa dio a conocer que la Iglesia panameña tiene sus protocolos y que la actitud a asumir es la prevención.

“Con los años nos hemos dedicado a curar, ahora nos toca prevenir”, expresó.

En las parroquias y en los movimientos deben surgir equipos multidisciplinarios para crear espacios seguros, con personal voluntario que sea capaz de poner al servicio de la Iglesia sus talentos, pero se necesita formación, resaltó.

El arzobispo enumeró los retos que se enfrentan:

  1. Visibilizar.
  2. Prepararse (especialmente a los catequistas de primera comunión y confirmación).
  3. Capacitación de sacerdotes y agentes pastorales, incluso los laicos. Todos tienen un peso encima “y los hemos puesto a trabajar sin prepararlos”, argumentó.
  4. La formación sacerdotal debe dar un giro total y debe haber conversión personal y pastoral.

Dijo que hay que tener un equipo que atienda estos temas. Anunció que habrá una oficina para recibir denuncias de este tipo.

También dio a conocer que del 12 al 14 de marzo próximos, se celebrará el Tercer Encuentro Latinoamericano sobre Vulnerabilidad y Abuso.