Tierra de todos, tierra de Paz

Tierra de todos, tierra de Paz

Alberto Agrazal 

Este fue el nombre de la primera carta de pastoral sobre la tierra que en 1988 escribiera Monseñor Carlos María Ariz, junto con Monseñor Rómulo Emiliani. Ambos buscaban hacer una integración del trabajo, a través de una pastoral de conjunto que permitiera a las comunidades eclesiales, insertas en la realidad de los pueblos campesinos de las provincias de Colón y Darién. 

Nueve años antes, Monseñor Daniel Núñez escribió “La mina, para el hombre”, carta pastoral que marcaba una clara opción de la iglesia por el cuidado de los pueblos campesinos e indígenas, ante los graves problemas ecológico y cultural que sucederían si se permitía la explotación minera en Cerro Colorado en la Provincia de Chiriquí.

Han pasado más tres décadas desde que la iglesia panameña asumió una actitud profética en el cuidado de las poblaciones más vulnerables, pero todavía son muchas las desigualdades a las que siguen sometidas comunidades campesinas e indígenas.  Como iglesia tenemos varios retos pendientes, tales como: el reservorio multipropósito en la cuenca de Río Indio y Santa María, Cobre Panamá que se consume poco a poco Donoso; los Parques Eólicos en Coclé y la expropiación de tierras colectivas en Santa Fe de Veraguas, la tala indiscriminada de los Bosques en Darién, etc.

El Papa Francisco, en la Exhortación Apostólica “Querida Amazonía”, nos invita a soñar con comunidades cristinas que sean capaces de entregarse y encarnarse en la realidad, los pueblos indígenas y campesinos, quienes viven sumidos en una desigualdad indignante.   

La iglesia, garante de la dignidad humana, ha sabido apostar por una cultura del cuidado reflejado en la misión que realizaron Monseñor Aurelio García en la Diócesis de Penonomé, Monseñor Marcos Gregorio McGrath y Monseñor Alejandro Vásquez Pinto, en la Diócesis de Santiago, que nos deja de recuerdo el martirio del Padre Héctor Galleo, apóstol del campesinado panameño y otros bautizados que han sabido ser fermento del evangelio en la sociedad panameña.

Todos estos legados nos exhortan a vivir el reto como iglesia, de incluir más en nuestra visión pastoral a los pueblos campesinos, la doctrina social de la iglesia siempre nos invita a ir al encuentro de la realidad y asumir su transformación. 

En estos tiempos es necesario ayudarles a cultivar su autonomía, apostando por la lógica de inclusión ante el discurso de exclusión, reflejado en una marcada distancia social en la que como iglesia debemos confesarnos indiferentes, nos hemos alejado de nuestros hermanos y hermanas, fragmentamos la espiritualidad del encuentro y en cierta medida hemos dejado a muchas comunidades rurales a su suerte.

Pero es allí donde el evangelio se vuelve vida y a pesar de nuestras sombras son muchos los que siguen apostando por este encuentro cercano a la vida humana, que germina en nuestras zonas ruarles. El mayor desafío es afrontar la desigualdad que seguirá creciendo, y la iglesia no puede ser un testigo silencioso, debe optar por una cultura del cuidado, dignificar la vida campesina, recordando las palabras del Papa Francisco, en el mensaje a los movimientos populares, siempre debemos preocuparnos por tres cosas sencillas: tierra, techo y trabajo.  

Desafíos 

***.- “La Querida Amazonía” nos invita a soñar con comunidades cristinas que sean capaces de entregarse y encarnarse en la realidad”, Papa Francisco.

***.- “No podemos permitir, entre nosotros, actitudes que riñan con el anuncio del reino de Dios”, Monseñor Daniel, carta pastoral: “Sostenido por la fuerza de Dios”.

***.- “Quien comparte los sufrimientos, las luchas y los gozos del pueblo, tiene el derecho a compartir y participar de un pedazo de monte”, Monseñor Aris.